Recortes de Prensa Lunes 4 Noviembre 2024


Ucrania, en busca de soluciones para frenar los avances de Rusia

Efe. el mundo. 4 Noviembre 2024


Ucrania busca soluciones mientras las fuerzas rusas logran el mayor progreso en meses en la línea del frente en octubre y continúan avanzando en el este a pesar de sufrir pérdidas récord desde el inicio de la invasión, según Kiev.


Un récord de 41.980 soldados rusos murieron o resultaron heridos el mes pasado, según afirma el ejército ucraniano, mientras el ejército invasor continúa "una de las ofensivas más feroces" desde el comienzo de la guerra, según el comandante en jefe Oleksandr Sirski.


A pesar de que las pérdidas de Rusia alcanzan un nuevo récord por segundo mes consecutivo, su ejército ha acelerado recientemente su avance en el este de Ucrania, más notablemente en el centro de la región de Donetsk, cerca de Kurajove y Pokrovsk, al capturar unos 200 kilómetros cuadrados.


Aunque este progreso aún no representa un avance decisivo, la tendencia es preocupante y hace sonar muchas alarmas en Ucrania en medio de pocas señales de que sus aliados en el exterior estén dispuestos a responder a los pedidos de Ucrania de más apoyo.


Una coyuntura crítica

El éxito de la campaña rusa en Donetsk se debe en gran medida a las tradicionales ventajas de Moscú en la cantidad de municiones y soldados, junto con su aparente desprecio por las pérdidas, escribe el analista militar ucraniano Mikola Bielieskov para el grupo de expertos Atlantic Council, con sede en Estados Unidos.


Según él, la invasión rusa se encuentra ahora en un momento crítico y, a menos que los aliados de Ucrania tomen medidas en los próximos meses para revertir la dinámica negativa, la ventaja de Rusia seguirá creciendo hasta que la situación militar llegue "al punto de no retorno".


"Las necesidades de Ucrania son bien conocidas e incluyen un aumento significativo de la ayuda militar junto con el levantamiento de las restricciones al uso de armas occidentales", subraya Bielieskov.


Sin embargo, es poco probable que los aliados de Ucrania incrementen su apoyo militar, cree el conocido bloguero militar Sergui Sternenko.


Un llamado a las reformas

Según Sternenko, Ucrania está perdiendo actualmente la guerra y se necesita urgentemente una reforma militar para garantizar que el país pueda utilizar sus recursos más pequeños de manera más eficiente para detener al oponente más grande.


Sumándose a un coro creciente de voces provenientes del ejército, analistas militares y periodistas militares, Sternenko insistió en un video reciente en que se debe reformar la estructura del comando militar de Ucrania.


En particular, hay que abandonar la práctica de dividir frecuentemente brigadas enteras en muchas unidades pequeñas y mal coordinadas que luchan en diferentes partes de la línea del frente, sostiene.


Según Sternenko, los militares deberían centrarse en fortalecer las brigadas experimentadas existentes que necesitan urgentemente nuevos soldados y podrían ayudar a entrenarlas en lugar de crear y entrenar nuevas brigadas desde cero.


Ucrania planea movilizar a 160.000 personas más, pero las cifras de reclutamiento han ido disminuyendo en medio de frecuentes quejas sobre la baja calidad de algunos de los nuevos reclutas debido a su mala salud y a su motivación insuficiente.


Según diversas propuestas, la solución puede estar en centrarse en la calidad de los reclutas en lugar de en su cantidad, dando a los soldados más flexibilidad para elegir su lugar en el ejército, así como aumentar su remuneración y sus garantías sociales en caso de resultar heridos o muertos.


Ucrania todavía puede ganar

No está claro si Rusia tendrá fuerzas suficientes para lograr sus objetivos estratégicos en Donetsk en un futuro próximo, pero intenta convencer a los ucranianos y a sus aliados en el exterior de la inutilidad de continuar la resistencia.


Sin embargo, las crecientes pérdidas de Rusia significan que ya no puede reemplazar fácilmente a los heridos y muertos a través del reclutamiento voluntario, mientras que sus líderes se muestran reacios a convocar otra movilización, argumenta el analista militar Oleksandr Kovalenko.


Mientras Rusia busca cerrar la brecha involucrando a soldados norcoreanos, la tarea clave de Ucrania es seguir aumentando las pérdidas rusas mediante el uso de armas tecnológicas y de largo alcance mientras salva a sus propios soldados, subrayó a EFE.


El hecho de que Rusia también esté sufriendo y se esté quedando poco a poco sin equipos como tanques y vehículos blindados de combate da esperanzas de que Ucrania puede ganar la guerra, si aumenta su propia eficiencia y sus aliados se sacuden el miedo a la escalada, creen muchos en Ucrania.


España, Estado fallido

Gabriel Albiac. el debate. 4 Noviembre 2024


Los mutuos reproches entre administraciones –esto es, entre partidos–, que han seguido a la tragedia de Valencia, nos avergüenzan a todos. Ni el más benevolente ignora que lo que está en juego no es el mejor o peor socorro a los miles de víctimas de una catástrofe natural con pocos precedentes. El sufrimiento ciudadano nada cuenta en los cálculos de los políticos. Cuenta el efecto que ese sufrimiento pueda tener sobre la distribución del voto. Lo que es lo mismo: sobre su porcentaje en la apropiación personal de los fondos públicos. La política en España se ha reducido a eso. Y nos hemos resignado. Tal vez, porque aquí nunca hemos conocido otra cosa.


Y es verdad que la presencia de una banda de desalmados al frente del gobierno acentúa lo insostenible de nuestro momento. Pero no, no podemos consolarnos reduciendo todo al obsceno retrato del clan delictivo en torno a Sánchez. La tragedia española arranca de atrás. Del inicio mismo de esto a lo cual –pienso que abusivamente– llamamos una democracia europea. Lo de estos días es su caricatura.


Hay Estados centralistas. Hay Estados federales. Y hay Estados fallidos: el «Estado de las autonomías» español es uno de ellos. Asentado sobre la insegura base de la coexistencia entre Estado central y miniestados autonómicos. Con potestades vagamente distintas y demasiado frecuentemente solapadas. Inoperante y caro en condiciones de normalidad próspera. Catastrófico, cuando se exige articular –o, más bien, dirimir– su actuación en momentos críticos.


El último decenio español desmiente que a esto de aquí pueda llamársele Estado. En rigor, al Estado corresponden funciones de defensa y armonización de la nación que le es encomendada. Porque una nación moderna es una red de complejidades que habrá necesariamente de colapsarse si no existe esa regulación central de las instituciones, para la cual se paga la existencia de la cara máquina estatal. Pero, de pronto, nos hemos dado de bruces con la realidad: llamamos Estado aquí a una maraña de sujetos que cobran sueldos mastodónticos por no hacer nada; y que, cuando la necesidad aprieta, se volatilizan. Y, si la cosa se pone fea, huyen en su negro coche oficial blindado. ¡Mala gente! ¡Peor aún de lo que habíamos imaginado!


Fue, primero, la exhibición de cómo quienes debían defender, desde el gobierno, la unidad de España frente a una pequeña banda de delincuentes en Cataluña eran incapaces de ejercer la más elemental de sus tareas; y cómo, a la larga, acabaron arrodillándose ante los golpistas. Fue, luego, la criminal gestión de un pandemia cuyos miles de muertos nos han sido ocultados y la nulidad de cuya gestión no pagó nadie. Y ahora, Valencia: el empecinamiento de dos administraciones, local y central, que se afanan por transformar cadáveres en votos. Y que son incapaces –para estupor de toda la prensa europea– de poner en marcha los automatismos de emergencia que cualquier tierra civilizada tiene previstos para eso. El desprecio al que el ejército español –cuya experiencia en este tipo de catástrofes fuera de España está más que probada– ha sido sometido en estos días no cicatrizará fácilmente.


Pero no, no es una maldición del cielo o de la historia. No es siquiera –no sólo– la maldad de un gobierno regido por los peores oportunistas de nuestra historia reciente. Es algo más esencial, sin cuya corrección estamos llamados a vivir de quiebra en quiebra. No hay Estado. Ni bueno, ni malo, ni mediano. Hay un mecanismo que provee de fondos a la desproporcionada muchedumbre de políticos, parientes y amiguetes, que la reduplicación de administraciones camufla. Y, cuando esa muchedumbre de gandules se enfrenta a una situación de crisis, no puede resultar más que un irreparable caos. Político o humanitario. Tal es la condición de la España en la que vivimos. Que no será arreglada por un sencillo cambio de gobierno. Que exige una reconfiguración constitucional completa. Mientras el Estado de las autonomías perdure, España seguirá hundiéndose: en lo material, como en lo moral, como en lo político.


¿Por qué se mantiene en pie esta fábrica de ruina? Sencillo: porque muchos viven de ella. Que esos muchos sean la casta de pícaros y holgazanes que vivaquean en los intersticios de la política, hace la cosa casi imposible de arreglar. Son miles los políticos que se zampan, en distinto grado, la sopa boba de esa estafa que se traga los impuestos de todos sin devolver nada a cambio: nada harán por modificar esa podredumbre que tan rentable les resulta.


Un cálculo somero de lo que este mastodonte nos cuesta debiera bastar para desmantelarlo. Un balance de los horrores que ha ido produciendo en cuatro décadas hace que tal desmantelamiento sea lo más urgente hoy para nuestra simple supervivencia. Pero nadie va a hacerlo. Ni siquiera después de lo de Valencia.


Cuando nada funciona

Juan Carlos Girauta. el debate. 4 Noviembre 2024


Antes del martes trágico, uno sostenía que el deterioro político del sanchismo había acarreado el deterioro institucional. Algo gravísimo, pues cualquier intento de recuperar la democracia en España debía pasar por la regeneración del TC, de la Fiscalía, de RTVE, del Tribunal de Cuentas, del CGPJ y hasta de las empresas públicas o con participación pública, como Correos o Indra. Uno valoraba las posibilidades de descolonizar las instituciones, entes y órganos públicos tras el paso del malhechor político que a su sed de alabanzas y a su orgía de abusos familiares unía la canallada inconstitucional de la amnistía, los indultos, la eliminación del delito de sedición, la rebaja del de malversación, el impulso de la liberación de los presos de ETA antes de tiempo, y el retorno de la censura. En resumen, uno creía que limpiar los establos de Augias, aun siendo un trabajo hercúleo, era posible.


Uno no imaginaba que la podredumbre había afectado al funcionamiento mismo de las Administraciones Públicas, eso que permanece mientras los gobiernos, y hasta los regímenes, pasan. Sabíamos que su vis expansiva era terrible, que habían pasado a ocuparse de todo, puesto que en la era woke todo es política, y por tanto todo es público, y por tanto no hay esfera privada. Un horror que seguíamos acotando a la esfera política, o a la guerra cultural que la izquierda había ganado por incomparecencia de una derecha vergonzante. Es muy difícil confiar en la normal alternancia cuando la izquierda gobernante patrimonializa el Estado y la oposición mayoritaria asimila su ideología (en Bruselas se ve con nitidez). Cuando las instituciones dejan de cumplir con su papel por defecto (Transparencia) o por exceso (TC haciendo de Supremo). Pero si son las administraciones las que no funcionan, entonces es el caos. Terra incognita para todos los españoles vivos.


Hasta la catástrofe de Valencia. Las responsabilidades son visibles: Sánchez, como buen socialista, buscó rédito en la tragedia. Mazón, como buen popular, le ofreció su pescuezo. Ambos pudieron hacer lo debido, que era declarar la emergencia nacional el martes. Ninguno lo hizo. Más allá de la habitual iniquidad del uno y de la inesperada torpeza del otro, el Estado tiene que funcionar solo, como una máquina, cuando una catástrofe natural se lleva la vida, hacienda y esperanzas de sus ciudadanos. De Francia a El Salvador, de Argentina a Portugal dieron por hecho ese automatismo y ofrecieron colaboración. Obtuvieron silencio. Una extensión semántica del silencio administrativo, el silencio de un espantapájaros que nos martiriza a impuestos. Si esto no es un Estado fallido, se parece mucho. Como siempre en nuestra historia, la Nación sí respondió. Pero sin todos los recursos del Ejército no se podían realizar tareas urgentísimas (como, por ejemplo, dragar los parkings que pronto nos horrorizarán). Movido por el cálculo, Sánchez alegó que Mazón debía pedirlo. Lo cual es falso, aunque Mazón sí podía pedirlo y tardó, y tardó. Es la tormenta perfecta. Como en octubre de 2017, solo el Rey nos ha dejado la esperanza.


Gota fría

Zoé Valdés. gaceta. 4 Noviembre 2024


Al verdadero temporal que azota en España desde hace varios años debiéramos ponerle su auténtico nombre de una buena vez, se llama Pedro Sánchez y su gobierno. Pedro Sánchez es la gota fría siniestra, el advenedizo que nadie esperaba, el elemento bestial y demoledor de ambición y discordia.


Perdón, sé que la tragedia real no merita que se le desplace a un segundo plano, pero es que, inclusive, situándola donde debe ir, en el primer orden, hemos podido constatar el nivel de ignominia de Sánchez y sus ministros, lo que no debemos pasar por alto.


Tres días estuvieron los españoles abandonados a su suerte. Casi cuatro días sin autorizar a las fuerzas principales del país en caso de emergencia. Los muertos flotaban, el hambre y la sed se extendió, el pillaje comenzó. El horror se amparó de varias ciudades y pueblos. El dictador atinó a bajarse de un helicóptero y, tras echar una parrafada hueca durante 30 minutos, se largó por donde mismo vino, subido soberbiamente en el helicóptero; no pisó el barro, ¡qué va! No, señor, porque miren ustedes, lo dijo una diputada de Sumar, Aina Vidal, «los diputados no estamos para achicar agua». No, ellos están para empeorar la situación, es que no falla. Ellos son la auténtica tragedia de España, esa izquierda acomodada que ni siquiera atiende cuando desde Francia, el país vecino, con cuatro días de antelación a los angustiosos sucesos se les avisó de que se avecinaba un accidente atmosférico de calado mayor.


No aceptaron las ayudas, como propuso Francia, ni atendieron que Bruno Retailleau, ministro del Interior, reiteró que estaba dispuesto a enviar 200 bomberos y más. Tampoco las de los presidentes de El Salvador y Argentina, Nayib Bukele y Javier Milei. Pedro Sánchez no necesita las ayudas de los «derechistas», pareciera una afirmación propia de RFI. Gracioso si la situación no fuera tan grave, Pedro Sánchez me recuerda a Fidel Castro —ya lo he dicho—, quien en numerosas ocasiones se negó a recibir las ayudas urgentes de Europa y Estados Unidos después de que varios ciclones de envergadura arrasaran la isla. Jamás existió recuperación alguna de esos fenómenos atmosféricos, uno tras otro esos huracanes dejaron a la población y a la isla entera en estado paupérrimo, comatoso. Aunque no hay nada más cierto que el peor fenómeno que devastó al país se llamó Fidel Castro; la familia Castro, el castrocomunismo.


Menos mal que los cubanos siempre han sido solidarios con lo poco que ha tenido después de que les confiscaron y robaron hasta la vida misma. Esa solidaridad la hemos visto en los españoles durante estos días, ayudarse de pueblo a pueblo, en una acción humanitaria ejemplar que nadie podrá ensombrecer; mientras el gobierno les negaba cualquier tipo de ayuda, ni siquiera les permitía que entraran en sus casas a rescatar a sus fallecidos. Como sucedió con esa pobre mujer que abrazada a la periodista Ana Rosa Quintana clamaba porque le autorizaran a sacar a su madre ahogada del interior de su domicilio para poder darle sepultura.


Este gobierno —ya dictadura, estado fallido— es el gobierno que mayores tragedias ha traído a España, es el gobierno del dolor y de la muerte. Entre el 2023 y el 2024 se destruyeron casi cien embalses y diques con la intención de liberar ríos, bajo los presupuestos imbéciles y despiadados de la agenda 2030, con la que se prohíbe limpiar los bosques, con la que para tocar un árbol hay que pedirle permiso a la bruja de la escoba Úrsula von der Leyen. Si no hubiera sido por el Plan Sur, la colosal obra del franquismo concebida en 1957, que desvió el cauce del Turia para evitar las inundaciones de Valencia, hoy estuviéramos frente a su inexistencia. Estoy por pensar que Franco es el Batista de España, todo lo que construyeron, Batista en Cuba, Franco en España, el comunismo se lo destruyó. Pese a que, como supondrán, mi reconciliación con el caudillo no sería del todo, debido a su simpatía gallega por Fidel Castro.


Lo cierto es que la peor gota fría que hay que eliminar ya de una vez, lo repito, es Pedro Sánchez y su gobierno de ineptos, de inhumanos. Que el pueblo se haya solidarizado en esta terrible urgencia dice muy bien de los españoles, pero como nos hemos unido hombro con hombro, ahora hay que hacerlo para expulsar a estos infames de Moncloa.


La DANA "Pedro Sánchez" y la tentación de otro 11-M

Pedro de Tena. libertad digital. 4 Noviembre 2024


Se ha dicho, con razón, que si las grandes tormentas, huracanes y ciclones reciben un nombre propio para distinguirlas de otras, por qué las Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANA), antes "gotas frías", y ya llevamos unas cuantas desde hace décadas y antes, cuando sólo eran mal tiempo y riadas, no reciben nombre alguno. En este trágico caso valenciano, castellano-manchego y andaluz, lo tenemos bien fácil. ¿Cómo nominarla con otro nombre que el de Pedro Sánchez, el presidente del gobierno en ejercicio cuando su violencia devastó el levante español y partes del Sur con grave sufrimiento de sus ciudadanos?


En cuanto comenzaron a difundirse las noticias de la tragedia me lo temí. Alguien podría tener la tentación de convertir la catástrofe para revertir el proceso, hasta ahora creciente e inevitable, de deterioro del gobierno socialista. Ya se intentó durante la pandemia de COVID, cuando trató de culparse, cómo no, a la Comunidad de Madrid, cuando se cerró ilegalmente en Parlamento para evitar comparecencias y clamores y cuando se usaron los medios públicos para organizar un tinglado corrupto que ya está en los juzgados, el caso Ábalos, o Koldo, o Sánchez.


Ya se hizo con toda precisión y alevosía durante el 11-M, tras el mayor atentado terrorista de la historia de Europa, con 192 muertos y alrededor de 2.000 heridos. La oposición socialista, en lugar de respaldar al gobierno legal conmocionado por la masacre, le acusó de mentir –inolvidable aquel "los españoles merecen un gobierno que no les mienta" de un Rubalcaba que aprovechó el día de reflexión para su infamia—, invirtiendo el resultado predicho por las encuestas dando paso al gobierno de Jose Luis Rodríguez Zapatero, que ya hemos visto quien es y a que juega. La vileza fue grande, pero más grande fue su éxito. España ha sido otra desde entonces.


¿Y qué sería necesario cambiar ahora en la percepción ciudadana sobre este caso? Si en el 11-M –del que nadie sabe aún quiénes fueron los instigadores reales—, se trató de responsabilizar al Gobierno de España del propio atentado cometido por otros y de acusarlo de mentir, ahora se trataría de que la responsabilidad política –dadas las espantosas consecuencias vitales, materiales y de todo tipo– recaiga, no sobre el gobierno de la Nación, PSOE-Sumar y socios nacionalistas, que controla y puede controlar todos los recursos y medios de Estado, sino sobre el gobierno de la Comunidad Valenciana, de PP, sobre todo, y Vox.


Pues la tentación ya está encima de la mesa. Ciertamente los primeros avisos de un posible temporal en el levante español datan del día 24 de octubre cuando la Agencia Estatal, no autonómica, de Meteorología dependiente del Gobierno central, anunciaba su posibilidad. Desde aquel día hasta el día 27, que ya anunció una DANA en los días siguientes hasta el 31 de octubre. Pero, ¿dónde estaba el presidente del Gobierno, que debía conocer las predicciones? Sencillo. El día 28 , lunes, comenzó su viaje a la India, cuando ya Valencia estaba en Alerta Naranja. Y siguió en la India el día 29 con la alerta roja ya en varias zonas. De hecho no alteró su viaje a pesar de las decenas muertos que ya se conocían.


Al mismo tiempo, sus ministros y terminales mediáticas comenzaban a desarrollar su labor a la vista de que la indignación ciudadana ante una calamidad de proporciones desconocidas desbordaba la estrategia inicial de hacer recaer las sospechas de los errores de previsión sobre el presidente valenciano, Carlos Mazón, del PP. La evidente ausencia de las fuerzas militares en las zonas afectadas no podía atribuirse al gobierno de la Generalidad valenciana, que carece de competencias. Es que ha sido un clamor civil, un grito, una súplica.


El rizo se rizó cuando el ministro de Política Territorial, el socialista canario Ángel Víctor Torres, mintió el 31 de octubre, tras reunirse con Sánchez ya en Madrid, sobre la petición del gobierno valenciano de la presencia de la Unidad Militar de Emergencias. Dijo que había pedido su presencia, como si el gobierno no pudiera enviarla tras advertir la gravedad de la situación, cinco horas después de lo que en efecto lo hizo, como aclaró la propia delegada socialista del gobierno en Valencia.


Ya para entonces los mensajes de los medios afines eran que el gobierno valenciano habría sido negligente, e incluso frívolo, y que disponía de todas las competencias para alertar a la población sobre los graves riesgos, cuando tal cosa es imposible porque la información y los recursos dependen del gobierno central. ¿De quién depende la AEMET, los militares y las fuerzas de seguridad? Pues ya está.


Lo que ha apuntillado el pérfido intento de hacer responsable único de los errores, insuficiencias y ausencias al gobierno regional, ha sido la incomparecencia del ejército español que, sólo en Valencia, cuenta con más de 5.000 efectivos. Esta vez la tentación de aprovechar una desgracia nacional para beneficio partidista ha vuelto a emerger pero ha sido destrozada por los hechos.


El presidente, en la India. El ministerio de Defensa en posición de descanso y el ministerio del Interior sin alma mientras miles de voluntarios desde toda España trataban de suplir el abandono del Estado ante una tribulación insoportable. Ha sido demasiado claro. El retrato ha sido fiel evidenciando la bajeza y la insensibilidad de los que hoy mandan en el Estado.


Pero no crean. Las elecciones están, eso se deduce, cerca, y la tentación sigue viva porque el modelo del 11-M resultó ser un modelo de manipulación perfecto. Otra cosa es que España, o lo queda de ella, pueda seguir así.


La izquierda, cuando no mata, deja morir

Fran Carrillo. okdiario. 4 Noviembre 2024


La tragedia de Valencia debe acabar con Sánchez siendo juzgado por calculada negligencia criminal. Ha dejado a su suerte a los valencianos, les ha negado asistencia y socorro, ha priorizado el rédito político y electoral y ahora ordenará a sus comisarios mediáticos que enciendan el ventilador de guano para esparcir el mensaje: la tragedia es culpa del cambio climático y de la derecha, que no sabe gestionar. Ya verán. Pero la realidad, aunque se empeñen las meretrices periodísticas del régimen, es la contraria. Desde el principio, comunidades autónomas, asociaciones y organismos, colectivos y entidades, y numerosos países por todo el mundo, ofrecieron ayuda para enviar material humano, alimentario y sanitario a las zonas afectadas. Todos, menos el Gobierno de España, que no quiso hacerlo para tener a quien culpar. Por eso, no decretó el estado de alarma, que la Constitución obliga para contextos así, porque habría tenido que tomar el mando y el liderazgo de la situación, y eso es algo de lo que carece este gobierno y su felón líder. Sánchez ya no podía salir a las calles antes de esto. Después de la tragedia, no debería abandonar el país sin sentarse antes en un banquillo.


Conviene recordarlo. Y que el paso del tiempo no haga olvidar la enésima traición de un sociópata cada vez más alejado de la realidad. Tras cuatro días desaparecido, sin enviar efectivos, con los cadáveres aumentando y otros, a la espera de ser descubiertos, soltó la frase que precipitará su final político: «Si necesitan ayuda, que la pidan», fue la sentencia lapidaria de quien ocupa Moncloa con sonrisa cobarde. Una afirmación que le arrastrará para siempre, en ese lodazal de fango y mentira en el que ha convertido su vida personal y su trayectoria como gobernante infame. Su huida del lugar de los hechos, con la celeridad propia de un ratero orgulloso, incide en la necesidad de precipitar su mandato por la vía civil y constitucional.


Sus acciones y la de sus correveidiles nos deja otra conclusión: la izquierda, cuando no mata, deja morir. Es así cómo ha construido su historia y es así como quiere terminarla. El fin de la misma, al modo en que la concibió Fukuyama, no aconteció con la caída del muro de Berlín, sino que vendrá cuando el socialismo alcance su ocaso como ideología asesina. La izquierda enfanga, pero no se moja. Los representantes de la progresía son más de escraches a distancia, manifas controladas y esputos en tribuna con escaño calentito. Eso de pasar frío, llenarse de barro, ensuciarse las manos y ayudar al prójimo de verdad, que lo haga el pueblo lumpen y los fachas. El progre siempre acampa en los márgenes del compromiso real, pues su lucha está en las cafeterías y en las calles que puede destrozar y corromper. La ayuda al prójimo es cosa de derechas, que la revolución necesita pensadores frente al iPhone y matones de tribuna facilona.


Lo demuestran siempre que pueden estos héroes de la clase obrera. «Los diputados no estamos para achicar agua», dijo la diputada de Sumar, Aina Vidal, subida a sus tacones de pija progre, mientras veíamos a diputados y ex diputados de la derecha liberal y conservadora en las calles valencianas que el lodo ha sepultado sacando cubetas de dolor e indignación. La izquierda sociológica, política y mediática, no sólo quiere el patrimonio de la solidaridad y el monopolio de las calles. En su cochambre inmoral dedicada a desinformar y generar odio, se ocupan también de anularte como persona y evidenciar que tu ayuda es interesada. Han lanzado su bilis contra los voluntarios que están allí desplegados. Desde la comodidad de su sofá, se erigen en portavoces del pueblo y dueños de las calles y emiten caridad descansada, sin mover un músculo, bajo esa inmunidad moral de la que gozan. Atacan y etiquetan a quienes se han llenado hasta las muelas de barro y fango porque la única suciedad que conciben anida en su cabeza. No habrán visto a zurdos de mierda llenarse de ídem sus zapatos y pantalones, porque su dedicación se reduce a controlar el relato de la solidaridad para que la «extrema derecha», así la llaman, no lo capitalice.


Pero esta vez no les funcionará. A los vasallos de Gramsci y Laclau, señoritos de todo a cien, se les ha caído al fin la careta de farsantes y farfulleros. Son lo que la historia dice de ellos: vividores a cuenta del cuento. Como se anuncia en los paquetes de tabaco, invento nefasto del ser humano, cuando se vota socialismo debería aparecer en la papeleta la siguiente advertencia: las autoridades ciudadanas (el pueblo) comunican que el socialismo perjudica seriamente la salud. Si me apuran, haría más directa la información: las autoridades comunican que el socialismo, mata. Igual ya no haría falta abrir un libro de historia para comprobarlo o preguntar a las familias de los millones de asesinados, exiliados o represaliados por los regímenes, gobiernos y tiranías socialistas qué sucede cuando un socialista toma el poder. Incluso en las democracias, el socialismo acaba por ser una enfermedad degenerativa del alma.


Normalidad climática

Jesús Laínz. gaceta. 4 Noviembre 2024


Las gotas frías de toda la vida ahora se llaman danas, que queda más científico y mete más miedo en esta época nuestra de terrores climáticos. Sí, de toda la vida, puesto que el fenómeno es conocido desde hace muchos siglos. Aunque puede suceder en todos los continentes, hay algunas zonas donde suele repetirse con cierta frecuencia: por ejemplo, los grandes lagos norteamericanos, la costa azul francesa y el levante español. Y bien cercana en el tiempo nos queda la gota fría de julio de 2021 que dejó un centenar de víctimas en Alemania, Bélgica, Holanda, Francia y Suiza.


En el caso español, contamos con datos y testimonios de gotas frías desde los lejanos siglos medievales, bastante antes de la revolución industrial. En documentos de todo tipo, desde registros públicos a papeles privados, crónicas de historiadores o anotaciones eclesiásticas, se recogen episodios de lluvias extremas, mayoritariamente a orillas del Mediterráneo y en otoño, que provocaron grandes catástrofes humanas y materiales.


Por ejemplo, el 15 de junio de 1835 una tormenta nunca vista arrasó Granada. El 15 de octubre de 1879 tuvo lugar la que pasó a la historia como la riada de Santa Teresa, que desbordó el Segura hasta alturas nunca alcanzadas hasta hoy y en la que perdieron la vida más de un millar de murcianos y desaparecieron miles de viviendas. El 11 de septiembre de 1891 murieron 359 personas en una descomunal inundación en la localidad toledana de Consuegra, a las que hubo que añadir varias decenas de fallecidos más en la riada que destrozó Almería aquel mismo día. Ya en el siglo XX, pasó a la historia la gran riada de 1957 que dejó ochenta muertos en Valencia y provocó la construcción del nuevo cauce del Turia. En 1962 les tocó el turno a los ríos Llobregat y Besós, por cuyo desbordamiento hubo cerca de mil víctimas. La gota fría del 20 de octubre de 1982 se llevó por delante la presa de Tous y la vida de cuarenta personas. Y el 3 de noviembre de 1987 se recogió el récord español de precipitación en veinticuatro horas: los 817 litros caídos en Oliva, provincia de Valencia.


A pesar de todos estos datos, al alcance de cualquiera y para cuya interpretación no hace falta haber estudiado meteorología, la ministra Margarita Robles, espejo de la cultiparlante progresía, ha declarado que lo de Valencia ha sido algo que no ocurría desde hace cinco mil años. Doctoral. Tajante. Impertérrita. Y su colega Úrsula von der Leyen ha pontificado paralelamente que éstas son las cosas del cambio climático que su UE combate con tanto ardor. Éste es el nivel de quienes nos gobiernan.


El motivo de tamaña desvergüenza es que sus privilegiadas posiciones dependen del mantenimiento de los dogmas ideológicos con los que engañan a sus votantes. Uno de los más importantes es el llamado cambio climático antropogénico, gravemente objetado por los datos muy someramente mencionados arriba, y por eso tiene que ser agitado continuamente para que no pierda vigor. Y los medios de comunicación, ésos que debieran informar pero que se limitan a transmitir las consignas del poder, han demostrado una vez más su unánime servilismo.


«¡A ver si los negacionistas se atreven a seguir negando el suicidio climático después de este hecho!», ha sido el núcleo de la argumentación de cientos de juntaletras y bustos parlantes a los que sólo les ha faltado acusarlos de haber invocado al dios de la lluvia. Pero si hay en este mundo algo que no se puede valorar por un hecho, ese algo es el clima, conjunto de condiciones atmosféricas propias de un lugar según lo observado en un periodo de tiempo lo más largo posible. Y si observamos lo que sucede en otoño en las cosas mediterráneas españolas, la conclusión a la que llegaremos es la opuesta a la de nuestros obedientes opinadores: lo de Valencia no ha sido una excepción pentamilenaria, sino una cuenta más, y no la peor, del larguísimo rosario de gotas frías de las que tenemos noticia desde hace muchos siglos. Y que, obviamente, han sucedido desde muchos milenios antes de que existiera el Homo sapiens. El que añadió eso de sapiens debió de ser un humorista.


Quienes, con los medios técnicos actuales, no son capaces de avisar debidamente de las posibles consecuencias de una tormenta prevista para pocas horas después osan sin embargo afirmar que los fenómenos atmosféricos extremos van a aumentar en cantidad e intensidad debido a la voracidad del capitalismo. Y proclaman que saben cómo va a ser el clima en siglos futuros.


Nos gobiernan miserables desalmados a los que, desde sus despachos de caoba, les resbala el horror por el que han pasado las víctimas y el dolor que nunca terminará. Y que, para desviar la atención de su imprevisión antes e incompetencia después, levantan el índice acusador contra los herejes que se atreven a dudar de sus dogmas sobre asuntos climáticos o de cualquier otro tipo.


Pero no se puede negar que el engaño funciona muy bien.


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Valencia se inunda de mierda

Toni Cantó. gaceta. 4 Noviembre 2024


Mientras contábamos muertos en Valencia, el Gobierno se repartía televisión española. Sólo así impedirá que se cuente lo que nos espera en Valencia: en La Palma, tres años después de la erupción del volcán, los afectados siguen en barracones sin recibir las ayudas prometidas. Sánchez en estado puro. Los buitres que se reparten el botín son los de siempre: PSOE, Sumar, ERC, Junts, Podemos y el PNV. Entre los consejeros que colocan en el ente público hay miembras tan plurales como la antigua jefa de gabinete de Bolaños, la de Junqueras, una cantautora rojeras o Angélica Rubio, antigua asesora de Zapatero y directora del panfleto ‘El Plural’, un periodicucho que vive gracias a las subvenciones del Gobierno.


Angélica se ha hecho famosa por atribuir al juez Peinado, que investiga a nuestra intocable primera dama, la propiedad de dos DNI distintos. Un bulo del tamaño de su jeta. Por servicios como ese cobrará 100.000 euros de nuestros impuestos. El mamporrero Plural daba un nuevo servicio al Gobierno repitiendo el bulo que la izquierda propaga estos días: el Gobierno valenciano desmanteló una unidad de emergencias local. Por supuesto, es mentira. No llegó a existir nunca. Los bomberos la llamaron capricho inútil y chiringuito de la izquierda. Todos los zurdos han comenzado a hacer lo que mejor saben: esparcir mierda. Así suelen tapar su inutilidad y desvergüenza. A cientos de miles de valencianos nos ha salvado una infraestructura, el nuevo cauce, que el impresentable Ribó, antiguo alcalde, quiso «renaturalizar y urbanizar». Pretendía meter ahí edificios, paseos, bosques y carriles bici. Los carriles bici son otra obsesión de esta gentuza. Hablamos de una obra de la época franquista construida gracias a la insistencia y los recursos de la sociedad valenciana.


La supuesta UME valenciana, eso sí, por fin tiene una utilidad: es un detector de miserables muy útil. Elisabeth Duval, tan calladita mientras su compañero Errejón hacía de las suyas, no tardó en abrir su bocaza para hablar del tema. Rufián hizo lo mismo. Un periodista de El País compara los muertos valencianos con los de Gaza. Otro, del mismo medio, habla de los coches destrozados que atribuye a «la venganza del combustible fósil». El podemita Pablo Fernández, que compartió sin problemas ticket electoral con una condenada por participar en un asesinato, ataca a Mercadona. Irene Montero habla sólo de fallecidas, así, en femenino. Puigdemont responsabiliza del desastre al cambio climático y al PP. El presidente de Colombia, exterrorista, habla de la «economía fósil» que es, como la UME y el cambio climático, otro detector de gilipollas. Lo dicho, cada uno aprovecha la ocasión para sacar a pasear sus obsesiones.


Margarita Robles sonríe mientras nos niega la ayuda del Ejército. Marlaska hace de las suyas. El Gobierno central espera a que pase el puente para decretar zona catastrófica en Consejo de Ministros. No hay prisa. Una consejera riñe a los familiares de los muertos y los desaparecidos. Sánchez anuncia que si queremos ayuda hemos de pedirla. Nos falta un impreso, le faltó decir. Es la ineficiente administración de cada día comportándose como si fueran nuestros dueños y no al revés. Ahora se dedican a echarse mierda entre ellos. ¿Qué esperábamos? Una tragedia cambia cuando conoces a tanta gente afectada. Escuchas y ayudas en la medida de lo posible a Merche, a Toni, a Sheila, a Roberto… todos relatan una experiencia que les marcará por vida. Tres o cuatro días después se sienten abandonados. Mantenemos un Ayuntamiento, una Diputación, un Gobierno autonómico y otro central para este servicio de mierda. La DANA que nos trae el nuevo cambio climático es la gota fría de siempre. Cambian su nombre para que no veamos que lleva ocurriendo toda la vida. Aquí en Valencia recordamos la altura de la última gran riada, que llegó hasta los cinco metros, porque nuestros abuelos colocaron unas placas en los edificios del centro. Era el 14 de octubre de 1957. Qué viejo es el cambio climático. Ahora deberíamos colocar otra: hasta aquí llegó la mierda que esparció la clase política mientras la gente arrimaba el hombro.


Cubrir el fango de La Moncloa con el barro de la DANA con los Reyes de paraguas

Francisco Rosell. Vozpópuli. 4 Noviembre 2024


Dicho está que una chispa puede contener todo un infierno. Fue lo que acaeció ayer domingo en la visita que los Reyes giraron a la localidad de Paiporta, el kilómetro cero de la catástrofe que padece Valencia como un mal sueño. Allí los monarcas, con el presidente Sánchez arrastrando los pies y tratando de zancadillear al de la Generalitat, Carlos Mazón, acudieron a dar la cara ante unos indignados vecinos que han visto cómo les han robado el presente y su futuro se nubla con las sombras negras que antecedieron a la descarga de una gota fría que tiñe de luto largo a un pueblo alegre en sus músicas y en su pólvora festera. Don Felipe y doña Leticia aguantaron estoicamente, sin poder contener sus lágrimas la Reina, el barro y los improperios de aquellos a los que no le sirven de nada las palabras provenientes de quienes, tras cinco jornadas, han sido incapaces de estar a la altura de la tragedia. La ira es tan ciega como injusta, pero los Reyes también se hacen en el sufrimiento de sus ciudadanos, aunque no gobiernen y arrostren las secuelas de los malos gobiernos.


Si en el Cantar del Mío Cid, Don Rodrigo Díaz de Vivar advierte a Alfonso VI con nobleza castellana: “Muchos males han venido / por los reyes que se ausentan”, lo que le acarreó el destierro, el absentismo que El Cid echó en cara a su soberano -“¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!”- no se puede achacar, desde luego, a don Felipe. Desde el inicio de su reinado, ha sabido estar siempre a las duras y a las maduras, y ayer volvió a estar en consonancia con aquel “no estáis solos” de su encomiástico mensaje del 3 de octubre de 2017 tras el referéndum ilegal catalán de independencia y que, en distintas vicisitudes, ha reiterado cómo en la marcha que siguió a la masacre yihadista de Barcelona y Cambrils, donde el Jefe del Estado fue escarnecido, junto al presidente Rajoy y varios ministros, en el aquelarre separatista en que derivó aquella manifestación a cargo de un sedicioso Puigdemont que ultimaba sus preparativos de golpe de Estado. En su reinado, Don Felipe ha sorteado cada prueba sin descomponer la figura y sin otro rictus que la gravedad de su semblante como ayer en medio del diluvio, a cuerpo gentil, de Paiporta, mientras Sánchez ponía tierra de por medio y sus portavoces criticaban el empeño real en hacerse presente en medio de la hostilidad. Como en otros predios, podría decirse que Don Felipe ha vuelto a coronarse este domingo en Valencia.


Lo cierto es que, en estas jornadas trágicas, aquello que hace tiempo que dejó de ser sólido, si es que alguna vez lo fue de veras, se diluye en una riada de barro que asola vidas y haciendas del letal modo en que ha vuelto a hacerlo en Valencia la temible gota fría. Al tiempo, se enfanga con una corrupción institucionalizada por logreros que se enriquecen incrustados en los engranajes del Estado colonizando sus organismos para preservar su impunidad. Como Los miserables de Víctor Hugo, gozan de la alegría de sentirse irresponsables y seguros de devorarlo todo sin inquietud.


Por eso, cuando el Estado se emplea con denuedo en proteger a los deshonestos y a los saqueadores del presupuesto público que sostienen al despensero de La Moncloa, sus desplumados pecheros quedan inermes ante las catástrofes naturales agravadas con negligencia criminal como la que ha arrasado Valencia. En medio de la oscuridad, ha emergido la luz de la esperanza sostenida pala en mano por ciudadanos que atestiguan que lo que no hace el pueblo se queda sin hacer. Entre tanto, con un Estado esquilmado y deforme en sus competencias, supedita sus intereses generales a los de quienes presumen de defender lo público, pero luego lo revierten en rentas y momios particulares.


Así, Pedro Sánchez, cual encarnación contemporánea del Tartufo de Molière, no renunciaba este miércoles de cañas, barro… y muerte a su hipocresía característica. Rindiendo homenaje a la virtud por medio del vicio, a la par que testimoniaba que “nuestra prioridad absoluta es ayudaros”, ejercitaba un execrable filibusterismo. Tras suspenderse en señal de duelo la sesión de control del Consejo de Ministros, el PSOE convocaba un pleno extraordinario para refrendar a toda prisa su decretazo para repartirse el Consejo de Administración de RTVE, donde los partidos de la Alianza Frankenstein emplazarán a sus jefes de prensa -incluida una propagadora de bulos- con sueldos de más de 100.000 euros, en una corporación que presidirá un títere gubernamental con atributos de administrador único para hacer y deshacer a conveniencia de su “puto amo”. De paso que trataba de despejar la ruta para aprobar los Presupuestos, sufragaba un nuevo recibo del alquiler de una Moncloa en la que se aposenta tras comprar el voto filoetarra y separatista a cambio de excarcelar asesinos y amnistiar prófugos. Como en el Hamlet de Shakespeare sobre Dinamarca, algo huele a podrido en La Moncloa.


Tras derrocar a Rajoy fingiendo enojo contra la corrupción, ahora la practica con denuedo en provecho de su parentela y de su partido como certifican las pesquisas judiciales que imputan a relevantes miembros de su entorno, además de encausar a su fiscal general del Estado, quien se niega dimitir con su respaldo y que ve cómo la Guardia Civil se presenta en el despacho que debería haber desalojado a requisarle sus dispositivos telefónicos. Un hecho insólito que habla a las claras de la degradación del Estado de Derecho en España.


Ante una emergencia como la de Valencia, cualquier gobernante que no hubiera hecho carrera política de la división, el enfrentamiento y la polarización, estableciendo muros entre españoles en función de su adscripción ideológica, hubiera ejercido un liderazgo integrador. Sin embargo, eso no está en la idiosincrasia de Sánchez. Como tampoco en la del escorpión no valerse de su aguijón venenoso contra la incauta rana que le socorre para vadear el río. Al contrario, como en la gestión de la pandemia, cada situación excepcional entraña para él una oportunidad para destruir al rival, como aprendió de Pablo Iglesias del que ejecuta su partitura, y reforzar sus atributos de monarca absoluto republicano. En vez de asumir su encomienda, ha dejado que el presidente valenciano Mazón naufrague cuatro días junto a sus conciudadanos a base de desembarcar a cuentagotas efectivos militares achacándole que no hubiera cursado la pertinente solicitud formal, póliza incluida, para luego buscar como salvador y ahogar políticamente al náufrago.


Como señaló desde el primer momento el general de división retirado Rafael Dávila ante la falta de alguien que mandara y pusiera tranquilidad y aptitud entre tanto desastre, “no hace falta ser muy listo para darse cuenta de la necesidad de desplegar unidades militares en ayuda de la población y sus infraestructuras”. Más allá de la insuficiente presencia de la Unidad Militar de Emergencia (UME), los zapadores del Ejército permanecieron acuartelados a la espera de desplegar la alfombra roja de Sánchez sobre el barro de Valencia, mientras Felipe VI ordenaba raudo que la guardia real se enfundara el traje de faena. Sánchez amerita que se les espete el dictum de Crownwell con el que el diputado Leopold Amery forzó la ida de Chamberlain por su ineptitud ante el expansionismo nazi: “Lleváis sentados demasiado tiempo para el bien que hacéis últimamente… Marchaos, os digo, y dejadnos que lo hagamos por vosotros. Por Dios, ¡marchaos ya!”.


No parece que quede al alcance de la mano de Sánchez darle la vuelta a las previsiones electorales a costa de las climatológicas como el canciller socialdemócrata Schröder en Alemania en agosto de 2002 al actuar con decisión ante los graves desbordamientos de aquel verano. Ello le reportó una apretada victoria sobre el conservador Stoiber al que le costó la carrera política y su reemplazo por Merkel tras dejarse con las inundaciones sus seis puntos de ventaja. Cuando daba por perdidos los comicios, la intención de voto socialdemócrata comenzó a subir al ritmo de las aguas del río Elba que inundaron el Este de Alemania.


Con competencias y medios adecuados para intervenir “ipso facto”, Sánchez escogió andar a hurtadillas usando el barro de Valencia para envolver el fango de su corrupción. Es cierto que hay muchas disfunciones en el Estado de las Autonomías y que éste se revela, a veces, como una forma muy costosa de organizar la irresponsabilidad, pues en la adopción de decisiones nadie se hace responsable al entrecruzarse competencias sin delimitación nítida. Ello bloquea e imposibilita que España pueda ser regida con un mínimo de eficacia. Pero, siendo así y acuciante la reconstrucción del Estado como deberá hacerse con Valencia en los términos referidos por Ortega y Gasset a propósito del “error Berenguer” y ahora reiterados por “el error Sánchez”, conviene reparar en no hay sistema por perfecto que sea que resista con un felón sin escrúpulos como el “Ufano de la Moncloa” al frente.


Con Mazón, al margen de que éste tenga que dar muchas explicaciones, Sánchez actúa como con Ayuso a la que puso en estado de sitio con el Covid. Así, luego de enredarla con falsas esperanzas y promesas vanas, la presidenta madrileña se topó con que aquel que acudió a la Puerta del Sol con aparente afán de armonía, como la visita de médico que Sánchez hizo el viernes a Mazón, instrumentalizaba después la pandemia para asaltar la autonomía. Al fin y al cabo, Sánchez sólo sabe gobernar de manera autoritaria luciéndose fuerte con los que cree débiles y débiles con los que cree fuertes.


En lugar de ponerse a las cosas, esta casta de descastados disipa los presupuestos en agendas ideológicas ajenas a las necesidades de la gente, más allá de intentar aprehender su voto. Cacarean sobre un cambio climático consustancial a la historia de la humanidad desde el Diluvio Universal, pero sin aprender la lección y tener dispuesta el arca de Noé. En vez de construir infraestructuras, derruye las existentes y trata de conjurar los efectos de la naturaleza como los brujos de la tribu a base de informes y discursos insolventes del que viven aprovechados encantados de conocerse entre sí, pero ineptos a la hora de elaborar proyectos que palien lo previsible en su contumacia. De no ser por los pantanos de la dictadura de Franco y por la reconfiguración del cauce del Turia tras la crecida de 1957, Valencia sería hoy, permítase la hipérbole dictada por la indignación, una Venecia totalmente sumergida.


Los frutos podridos de la corrupción

Al confluir el barro que sepulta las calles de Valencia y el fango de la corrupción monclovita, esto es, las cosas dejan de ser lo que eran y la corrupción se adueña del sistema, lo peor que puede suceder es que, según advierte el gran intelectual mexicano Gabriel Zaid en El poder corrompe, cunda el pesimismo perpetuando la corrupción. No es cosa que se oficialice la misma al no poderse erradicar. Que todo sea susceptible de corromperse no puede conducir a resignarse y a bajar la guardia al igual que el hecho de que no desaparezcan los robos y crímenes no significa que se supriman tales delitos del código penal. Los frutos podridos de la corrupción pueden germinar en semillas de regeneración como en los vegetales.


Ahora bien, cuando el poder fantasea con querer liquidar la corrupción, acaba en fracaso, no porque sea invencible, sino porque nadie puede ser su propio cirujano y corrompe su sentido de la realidad. De ahí que los anuncios regeneradores del Gobierno busquen más amparar la corrupción que perseguirla. En consecuencia, el remedio a la corrupción del poder debe situarse extramuros de este con fiscalizadores independientes sujetos a sus representados. Justo al revés de un Sánchez que reduce la corrupción a la del adversario. Cuando la democracia española hace agua, se constata, como en el verso de Antonio Machado, “qué difícil es/cuando todo baja/no bajar también”.


La corona y el barro

Iván Vélez. gaceta. 4 Noviembre 2024


Cinco días después de que la DANA devastara municipios enteros de Valencia, Albacete y Cuenca, y se llevara un número aún no comunicado de vidas por delante, los reyes de España visitaron la zona. Felipe VI lo hizo vestido de paisano, detalle no menor. Bajo los ya clásicos cánticos de «¡Pedro Sánchez, hijo de puta!», tan habituales cuando el cordón de seguridad reduce el perímetro que aleja al presidente del Gobierno del «pueblo», se pudo ver al matrimonio regio tratar de dar algo de consuelo a quien no lo hallará. Un día antes, el sábado, el presidente del Gobierno se dirigió a la nación a través de la televisión que con tanta urgencia se ha apresurado a controlar, repartiendo cuotas entre esos socios, a los que compra con pólvora del rey. En su intervención, Sánchez dejó una frase para la historia de la infamia («si quieren ayuda, que la pidan»), que recuerda, por su frialdad, aquellas palabras de Sabino Arana, no recogidas en sus Obras completas: «Si algún español que estuviese, por ejemplo, ahogándose en la ría, pidiese socorro, contéstale: niz eztakit erderaz (no sé castellano)».


Ayer, lejos de los focos y el maquillaje, Sánchez se parapetó por partida doble tras Felipe VI. El rey llegó cinco días después de que la lluvia ahogara Valencia, y no son pocos quienes han echado de menos al monarca durante todo este tiempo. Sin embargo, huelga recordar que visitas de esta naturaleza deben ser autorizadas y planificadas –la presencia de los caballos de la policía así lo demuestra- por el Ejecutivo. La situación no es nueva. No hay más que recordar los viajes del rey, apenas acompañado por algún diplomático, a tomas de posesión presidenciales en la Hispanoamérica que menos gusta al Gobierno de progreso. La instrumentalización de Felipe VI por parte de un gobierno apoyado por algunas facciones que gozan gritando «¡muerte al Borbón!», debiera mover a algunos cortesanos a moderar su prudencia, pues flaco favor hacen a un rey, símbolo máximo de nuestra nación, España, cuya constitución, por más defectos que tenga, no podía prever la llegada a la Presidencia del Gobierno de un individuo de la catadura moral de Sánchez. Un Sánchez que no sólo se escudó en la agenda regia, sino que, incluso, lo hizo de forma física. A diferencia de esas ocasiones en las que los servicios de protocolo hubieron de retirarle de la escena, en su visita a Valencia, Sánchez anduvo unos pasos por detrás del rey, lo cual no impidió que recibiera una lluvia de insultos y el lanzamiento de un palo que, según se ha dicho, habría impactado en su persona. Todo suma, sin embargo, para un Gobierno tan asentado en la propaganda y en la compra de voluntades. Tras la espantá de Paiporta, la algarada, pues cuando se trata de Sánchez, el vox populi, vox Dei, no aplica, fue atribuida… a la extrema derecha.


La tragedia valenciana deja un enorme rastro de muerte y destrucción, pero debería servir para reflexionar acerca de la realidad de una estructura estatal que ha demostrado su falta de operatividad. Tras el paso de la DANA no quedó espacio para los hechos diferenciales ni para esos folclores que sirven para justificar baronías. En medio de la disputa competencial, tan sólo quedó el espanto y la apelación a lo común, singularmente a la Guardia Civil, al Ejército, a lo común, en definitiva. Durante la visita que reunió a una Corona a la que se pretendió manchar de fango, a la presidencia del Gobierno y a la de la comunidad autónoma, los gritos se cebaron con estas dos últimas áreas del poder, en la convicción de que a ellas corresponde solucionar el día a día de una nación, España, que hoy guarda luto.


Un Gobierno inmoral

Gisela Turazzini. okdiario. 4 Noviembre 2024


«El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres». Platón


Os doy mi palabra de que no soy capaz de expresar con palabras públicamente el dolor que siento, cómo me siento, lo que he visto, lo que jamás mis ojos olvidarán. Hoy más que nunca siento profundo orgullo y respeto hacia esta gran nación y más odio si cabe hacia el Estado, conocéis de sobra mi tendencia ideológica hacia el libertarismo, hoy se afianza.


Esta escandalosa obsesión por parte del Gobierno por permanecer en el poder es tan repugnante, tan inhumana, que todas las líneas rojas y morales que mi corazón y cabeza entienden, han sido dilapidadas. Ni siquiera una tragedia tal ha logrado restablecer unos niveles mínimos de moralidad por su parte. Y esto, ni España, ni quienes amamos este país, os lo perdonaremos jamás. ¿Creísteis que haciéndonos prisioneros evitaríais que nos diéramos cuenta que estamos en prisión? Caeréis, no tengo duda. Caeréis porque sois un fallo del sistema, el cual no comparto como atea del Estado que soy.


Un Estado fallido se define principalmente porque sus ciudadanos se sienten inseguros, por corrupción política e ineficacia policial y judicial​, sufre un vacío de poder, legitimidad disputada o instituciones frágiles carentes de capacidades y recursos para satisfacer las necesidades estatales, incapacidad de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para responder y garantizar las necesidades ciudadanas, incapacidad para suministrar servicios básicos a su población, elevados índices de inmigración ilegal, elevados índices de criminalidad, servicios sanitarios y hospitales colapsados, fuga de talentos intelectuales, crisis económicas, inflación y desempleo. Alta elevada deuda pública, salarios precarios, abuso de los cargos políticos en favor de los mismos, burocracia insostenible, y para terminar, vulnerabilidad frente a desastres naturales, entre otros.


Las lamentables discusiones acerca de qué competencias corresponden a una administración autonómica y a la central han colapsado los servicios públicos esenciales en lo fundamental, dar respuesta inmediata a la crisis en las primeras 48 horas de la tragedia. Todo lo demás, en estos momentos, es irrelevante. Lo primero es auxiliar a las víctimas para tratar de salvar el mayor número posible de vidas y, en esto, el Estado ha caído en bancarrota, una quiebra que quedará para la ignominia de este país de manera flagrante. La incompetencia de un Mazón desbordado al frente de la gestión autonómica y la deleznable frase y conducta del presidente de la nación Pedro Sánchez: «¡Si necesitan ayuda, que la pidan!», me alerta brutalmente acerca de qué clase de tipos y tipas están al frente de nuestro estado del bienestar. ¿Acaso no tiene sentido pecar de prudente ante un evento de consecuencias catastróficas? Todos los lugareños saben del peligro que corre la zona del barranco de la Rambla del Poyo, esta fue la primera gran negligencia que ha cometido la Generalitat Valenciana y que para nada debe ser excusada por lo impredecible de las consecuencias de un efecto climatológico. El deber de los gobernantes es protegernos y ante el riesgo de quedar en evidencia por exagerar las posibles consecuencias de un evento climatológico, optaron por dejarnos solos para enfrentar uno de los momentos más difíciles de este país. En mi opinión, la prudencia debe imponerse siempre, no sabremos nunca si esta tragedia podría haberse evitado, pero sí sabemos que la actuación de Mazón frente al timón autonómico ha sido negligente, y la del Gobierno central no puedo calificarla (me eliminarían la tribuna).


Mi sensación es que por La Moncloa estaban más preocupados en delegar la tragedia al Partido Popular, que en enfrentarse al problema tomando la riendas. Ya sabemos que liderar no es lo suyo, pero, no te compro el relato de que los Valencianos no te han pedido ayuda, Pedrito.


Los servicios públicos que deben de dar seguridad y apoyo a los ciudadanos han brillado por su ausencia, y estando preparados para recibir órdenes, ¡no la disteis!


Habéis tardado 5 días, ¡sí, 5 días! 5 días esenciales para revertir una situación que ha sido lamentable en la gestión de la prevención y deleznable en la gestión de la reacción. El tiempo es oro, y decidisteis perderlo mientras nuestros hermanos morían. Un verdadero líder se abraza con el pueblo, codo a codo en el refugio del anonimato, demostrando el dolor en sus acciones y luchando con los lugareños. ¡Qué bonito sería ver a nuestro Presidente embarrado con palas quitando el fango para abrirle paso a las víctimas y a la ayuda! Pero ¡oigan! La loca seré yo que no me cabe en la cabeza su inacción ni como ha sentenciado Aina Vidal, diputada del minoritario partido de SUMAR en representación de un partidillo denominado Esquerra Verda, entender que los diputados «no estamos para achicar agua»… Esta misma persona es la que nos recordó que Yolanda Díaz puede volar en avión y nosotros no, ¿se acuerdan? – como comprenderá la ministra tiene la agenda llena para mejorar la vida de las personas… ¡Sois gentuza!


En fin, tiempo habrá para recordar y señalar. Pero lo que por ahora debe quedar claro es que papá Estado nos ha fallado a todos, debido principalmente al gran vacío de poder que sufrimos como consecuencia de la fragilidad de unas instituciones cada vez más polarizadas y dirigidas por burócratas y fanáticos partidistas que lo único que han demostrado gestionar en sus trayectorias profesionales es la propaganda política. ¿Y para qué tantos asesores? Pues para eso, para lograr su único objetivo; ¡EL PODER! Ese que siempre os digo que corrompe.


Pues desde aquí, una humilde tecnócrata bien preparada os grita desesperada que hoy, ¡HOY! Lo urgente es restaurar la normalidad en las infraestructuras destruidas por la catástrofe, tratar de localizar a todas las personas desaparecidas en esta maldita tragedia y tratar de minimizar los daños con profesionales cualificados. Mañana será momento de rendir cuentas ante los ciudadanos y luego analizar los hechos para saber cómo evitar futuras catástrofes. Desde las presas y azudes derribados, los cauces no mantenidos en su limpieza adecuada e infraestructuras paradas por trámites burocráticos, hasta la incompetencia demostrada por parte de las instituciones autonómicas y centrales, me queda transparente que nuestros impuestos están más del lado de la corrupción que de la gestión. ¿Consejito? yo de ustedes borraría esa bochornosa última campaña del ministerio de Hacienda, porque lo que damos ¡NO VUELVE! Y ustedes, no nos merecen.


En mi corazón, sensible aunque a veces intente demostrar lo contrario, me queda el consuelo de ver con mis propios ojos la humanidad de los cientos de miles de españoles y residentes que nos hemos movilizado para ayudar a nuestros hermanos heridos en la medida que hemos podido, o nos han dejado. Y no cabe duda de que seguiremos haciéndolo, más allá del shock mediático pues somos muy conscientes de que las consecuencias de esta tragedia se desvanecerán de manera mucho más lenta que tal impacto mediático, y es que allá dónde el Estado falla, mi pueblo reacciona. Señores políticos, habéis llegado al nivel más miserable del ser humano, obviar la vida del prójimo. Por mi parte sólo me queda pedir que Dios os perdone, y a los hermanos y hermanas que ya no nos acompañan en la tierra, como le dije a mi amada mamá cuando partió hacia el cielo; Que nuestra luz siempre os encuentre y vuestra luz siempre nos guíe.


La desventaja de estudiar en catalán

Rafael del Moral. Vozpópuli. 4 Noviembre 2024


Los chicos que estudian en catalán son perdedores. Basta comparar con rigor los informes PISA de los años 2015 y del 2022 para darse cuenta del bajón en el rendimiento. Los hispanófonos se distancian de sus compañeros de otras autonomías que, con más suerte, pueden estudiar en español, y los catalanófonos pierden nivel porque comparten aula con los menos diestros.


Ya no se trata de la importancia del número de hablantes de catalán, más o menos como los de sueco y más abundante que los de danés, noruego, siciliano, véneto... Una comparación que esconde algo más, y es que ninguna de estas lenguas cuenta con hablantes monolingües. Por eso, suecos, noruegos y daneses tienen al inglés como lengua de enseñanza, y sicilianos y venecianos al italiano. Pero las autoridades académicas de Cataluña siguen empecinadas en utilizar solo el catalán, al servicio del independentismo y su voluntad de marcar la identidad. Si se llamara valenciano, no serviría tanto, y si tuviera un nombre técnico LR-8 (Lengua románica ocho) por ejemplo, no serviría nada.


Los alumnos que se educan únicamente en catalán sufren un retraso escolar de un curso académico. Ese curso no se pierde en los estudiantes de Comunidad de Madrid, por ejemplo, ni en los de Castilla-León porque allí la lengua materna se corresponde con la de la educación. Los estudios alertan sobre el impacto en el rendimiento académico de la inmersión lingüística severa en catalán y señalan las importantes diferencias entre territorios. Un análisis comparativo de los informes PISA anuncian un efecto negativo de la política de inmersión. Un problema de igualdad que crea ganadores y perdedores.


Ciertamente se ha conseguido el objetivo del independentismo, que es el de fomentar el nacionalismo en las aulas, incrementar los sentimientos catalanistas entre los estudiantes. Logro alcanzado, sí, pero el informe PISA de 2022 permite comprobar una caída notoria en las tres áreas principales de evaluación, pues los alumnos que estudian en Cataluña y País Vasco han bajado de 21 a 17 puntos en matemáticas y de 38 a 31 puntos en lectura. ¿Qué está pasando? Se explica si recordamos otras cifras, la de alumnos que hablan en casa una lengua distinta a la de la escuela, que es al menos del 56% en Cataluña y mucho mayor en Euskadi.


También el alemán se achica

Los malos resultados impactan de lleno en todas las regiones de España, pero de manera especial reflejan que el sistema educativo de imposición lingüística genera alumnos perjudicados unas veces y fracasados otras con respecto a los estudiantes de autonomías donde se respeta la elección de lengua para la enseñanza.


Veamos lo que sucede a nivel europeo. La lengua con más hablantes de Europa es el ruso (120 mill) que lidera el declive junto con la segunda, el alemán (95 mill), y la tercera el francés (80 mill). Las tres ven el descenso en el número global de usuarios. El ruso lo inició en el desmembramiento de la Unión Soviética, si bien sigue siendo fuerte entre quienes hablan bielorruso o ucraniano. El alemán se achica eclipsado por el inglés; y el francés se fue desmoronando en la descolonización y no deja de perder espacios también a favor del inglés, si bien se mantiene vivo y activo en el Hexágono que es como a veces llaman a su país nuestros vecinos del norte.


Y llegamos al punto más interesante. La cuarta lengua europea en número de hablantes, el inglés (80 mill), y aquí está la clave del comportamiento de las lenguas, es la primera si contamos a quienes la tienen como lengua de apoyo o lengua complementaria. Y eso, a pesar de que el Reino Unido ha dejado de pertenecer a la Unión Europea. Su independencia no ha afectado para nada a su condición de lengua vehicular de Europa y lengua complementaria total para el holandés, para el danés, sueco, noruego y finlandés, y lengua complementaria en la cultura y turismo para los hablantes de polaco, húngaro, checo, croata, serbio, griego…


Tampoco le dan la espalda al inglés el italiano y el español, la quinta y sexta lengua del viejo continente, al contrario, tenemos a bien hablarlo y hacemos serios esfuerzos por manejarlo, no siempre con el éxito que nos gustaría. Y nadie nos dice cuando y cómo tenemos que hablar una y otra lengua. Nadie ha impuesto nada en cuanto a lenguas en el continente europeo. Al contrario, la Unión Europea ha reconocido como oficiales a todas y cada una de las de los países miembros. Por supuesto que al catalán y al siciliano no, porque ya están representadas por la otra lengua propia de sus hablantes, tan propia como las otras, el español y el italiano.


En Europa, el uso de las lenguas se adapta libremente a las exigencias de los usuarios. En Cataluña, vamos a decirlo sin ganas pero con rigor, se utilizan con fines que podrían denominarse perversos.


Al inicio de este curso escolar, la profesora de la asignatura de FOL (Formación y Orientación Laboral) de una FP en Mallorca preguntó a sus alumnos en qué idioma querían que se impartiesen las clases, si en español o en catalán. Todos los estudiantes, menos una alumna, se unieron para pedir que la lengua en la que querían recibir esa formación es el castellano.


Esta alumna que había votado recibir las clases en catalán argumentó que había elegido este idioma porque «es la lengua vehicular del centro educativo –el IES Ramon Llull de Palma de Mallorca–» y que ella se sentía más cómoda con el catalán.


Los demás compañeros, por su parte, reprocharon su elección, ya que muchos de los alumnos que estudian esa FP no conocen el catalán: «Me parece de muy mala compañera lo que hiciste porque hay personas que tienen dificultad con el mallorquín, nadie tiene problema en hacerlo en castellano, excepto tú», expresaron a través de un mensaje de WhatsApp.


«Tus compañeras pidieron en castellano, ya que, como comprenderás, quizás no quieren sacarse el B2 o no quieren trabajar aquí», escribió otro alumno. «No nos pidas que nos pongamos en tu sitio, yo estoy integrada y no hablo mallorquín», le espetó otra estudiante.


La plataforma de promoción del catalán Obra Cultural Balear ha expuesto públicamente en redes sociales esta situación, señalando directamente a todos los alumnos y defendiendo a la estudiante que pidió cursar esa asignatura de FP en catalán.


El presidente de esta entidad, Antoni Llabrés, ha expresado a través de un mensaje en X (antes Twitter) que «en consideración al principio de seguridad lingüística, la lengua en la que se imparte una asignatura debe ser necesariamente la lengua prevista en el proyecto lingüístico del centro, que en el caso del IES Ramon Llull es el catalán».


«No puede haber cambios en la lengua de impartición de la docencia, en este caso el catalán, a criterio del profesor o porque el profesor decide someterlo a votación», ha añadido Llabrés. Asimismo, el presidente de Obra Cultural Balear ha afirmado que «tiene que haber un seguimiento y evaluación periódica interna (equipo directivo) y externa (Servicio de Inspección Educativa) del cumplimiento escrupuloso de los proyectos lingüísticos de centro».


Por otro lado, esta entidad catalanista ha exigido «la adopción inmediata y ágil de medidas para corregir las desviaciones detectadas». Desde la asociación Hablamos Español han tachado a esta entidad de «hipanófobos» y les ha afeado su advertencia de «no poder votar». «¡1984, de Orwell, en 2024!», han agregado en redes sociales.


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