Recortes de Prensa Martes 5 Noviembre 2024


Ya hay 11.000 soldados norcoreanos desplegados en la región rusa de Kursk, dice el presidente de Ucrania

EFE. AFP Naciones Unidas. Kiev. el mundo. 5 Noviembre 2024


El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha asegurado este lunes que hay 11.000 soldados norcoreanos desplegados en la región rusa de Kursk para apoyar al ejército del Kremlin, que intenta expulsar a las fuerzas ucranianas del territorio fronterizo con Ucrania.


"Ya hay 11.000 de ellos en la región de Kursk. Aumenta el número de norcoreanos, pero no la reacción de nuestros socios occidentales", deploró el presidente ucraniano en su discurso diario.


Las potencias occidentales aseguran que unos 10.000 soldados norcoreanos se encuentran en Rusia y podrían ser enviados a combatir de manera inminente.


Putin, que firmó un acuerdo militar con Pyongyang en junio, no negó el despliegue de tropas norcoreanas cuando se le preguntó públicamente el pasado mes.


La ministra de Relaciones Exteriores norcoreana, Choe Son Hui, de visita en Rusia desde hace una semana, ha prometido que su país apoyará a Moscú hasta su "victoria" en Ucrania, donde la guerra dura ya más de dos años y medio.


Estados Unidos advirtió este lunes de que los soldados norcoreanos -10.000, según el espionaje militar estadounidense- "se convertirán en blancos militares legítimos si entran en combate contra Ucrania, o en operaciones de apoyo al combate".


La advertencia la pronunció el embajador adjunto de EEUU ante la ONU, Robert Wood, quien admitió que esos soldados norcoreanos aún no han sido vistos desplegados en combate, pero "esperamos que lo hagan en los próximos días", en unas declaraciones ante el Consejo de Seguridad de la ONU dedicada al país asiático y los planes de no proliferación nuclear.


El diplomático estadounidense aseguró que "el tipo de entrenamiento que Rusia está proporcionando a estas fuerzas (norcoreanas) indica con claridad que Rusia piensa usar esas fuerzas en la línea del frente", pues ha incluido entrenamiento en operaciones de artillería, infantería y manejo de drones y aparatos no tripulados.


Según Wood, la llegada de 10.000 soldados norcoreanos se suman "al traslado ilegal de armas norcoreanas a Rusia, que Rusia ha usado contra Ucrania, incluso contra blancos civiles", y todo ello supone violar al menos tres resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.


La representante de Rusia, Anna Evstigneeva, calificó de "especulaciones" el envío de soldados norcoreanos a Rusia, pero a continuación reprochó "el doble rasero" que supone denunciar ese supuesto envío cuando "es muy conocido que hay (en Ucrania) cientos, si no miles de soldados de la OTAN; no mercenarios, sino instructores, oficiales y personas responsables del uso de armamento de alta precisión".


La diplomática criticó en particular al secretario general de la ONU, António Guterres, por haber advertido ayer contra la internacionalización de la guerra en Ucrania, cuando "nunca expresó el mismo tipo de preocupación por la lista creciente de armas occidentales de largo alcance enviadas a Ucrania, las discusiones sobre si pueden o no usarse dentro del territorio ruso, por no hablar del envío de personal de la OTAN a la zona de conflicto".


Por su parte, el embajador francés, Nicolas de Rivière, destacó que la llegada de soldados norcoreanos al frente de Ucrania tiene un precio para Rusia: "A cambio de ese apoyo, Rusia ofrece impunidad a Corea del Norte y asistencia para desarrollar sus programas ilegales" de armamento, que durante quince años están violando la política de sanciones impuestas por el Consejo contra el régimen de Pionyang.


La jefa de la diplomacia alemana ofrece su apoyo a Kiev mientras Ucrania aguarda a las elecciones en EEUU

"Apoyaremos a los ucranianos todo el tiempo que nos necesiten para que puedan continuar en su camino hacia una paz justa", ha asegurado Annalena Baerbock

AP. el mundo. 5 Noviembre 2024


La ministra de Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, ha llegado este lunes a Kiev en una visita no anunciada, en lo que parecía ser una muestra de apoyo europeo a Ucrania en la víspera de una elección presidencial en Estados Unidos que podría traer cambios significativos en la política de Washington hacia la invasión rusa de plena escala sobre su vecino.


Alemania es el segundo mayor proveedor de armas de Ucrania después de Estados Unidos, y Annalena Baerbock prometió que el respaldo de Berlín no flaquearía.


"Junto con muchos socios alrededor del mundo, Alemania se mantiene firmemente al lado de Ucrania", dijo, según informó la agencia de noticias alemana dpa. "Apoyaremos a los ucranianos todo el tiempo que nos necesiten para que puedan continuar en su camino hacia una paz justa".


La guerra se encuentra en un momento crítico para Ucrania, en el que el ejército ruso logra avances paulatinos en el campo de batalla y con otro duro invierno por delante después de que Rusia bombardeara de forma implacable la red eléctrica ucraniana.


Antes de la votación en Estados Unidos, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, intentó asegurar el apoyo de los aliados occidentales de Ucrania a un "plan de victoria" a largo plazo, que incluye una invitación formal para que Ucrania se una a la OTAN y permiso para utilizar misiles de largo alcance occidentales para atacar objetivos militares en Rusia, pero la respuesta ha sido decepcionante para las autoridades en Kiev.


Rusia aprovecha su superioridad numérica para presionar las posiciones ucranianas a lo largo de la línea del frente. El comandante en jefe de Ucrania, el general Oleksandr Syrskyi, dijo el sábado que sus tropas luchan por contener "una de las ofensivas (rusas) más poderosas" de la guerra.


Ahora Moscú añade a su ofensiva lo que las fuentes de inteligencia occidentales describen como un contingente de unos 10.000 soldados de combate norcoreanos enviados por Pyongyang dentro de un pacto con Moscú.


Esto ha profundizado la frustración de Zelenski con la ayuda occidental. El sábado instó a los aliados a dejar de "observar" y tomar medidas antes de que las tropas norcoreanas lleguen al campo de batalla.


Zelenski dijo que Kiev sabe en qué campamentos rusos se están entrenando las tropas norcoreanas, pero Ucrania no puede atacarlos sin permiso de los aliados para usar las armas de largo alcance occidentales para golpear objetivos en el interior del territorio ruso.


Baerbock llegó a Kiev horas después de que los restos de drones interceptados por las defensas antiaéreas cayeran en dos distritos de la ciudad y provocaran pequeños incendios, según informaron algunos funcionarios No se reportaron daños a personas o propiedades, según el jefe de la administración de la ciudad de Kiev, Serhii Popko.


Un ataque con bombas planeadoras rusas hirió la noche del domingo a 15 personas en Járkiv, la segunda ciudad más grande de Ucrania, en el nordeste, según la policía regional.


Rusia lanzó unos 80 drones Shahed contra ciudades ucranianas durante la noche, dijo la fuerza aérea de Ucrania.


La España del 78 se ha ahogado en Valencia

José Javier Esparza. gaceta. 5 Noviembre 2024


Hace unas semanas traíamos aquí aquella frase tan rotunda de Ortega en el año 30, cuando llamaba a los españoles a una insurrección contra la monarquía agonizante: «Españoles, vuestro Estado no existe. ¡Reconstruidlo!». Mal podía imaginar nadie ahora que la resurrección de aquella frase iba a tener un escenario tan trágicamente material: ya no es sólo la reconstrucción de un Estado convertido en predio económico y político de los enemigos de la nación, sino que en esta hora la reconstrucción atañe al conjunto del Estado, a todas sus instituciones, a sus resortes fundamentales, que han fracasado globalmente frente a una de las peores catástrofes naturales que los españoles recordamos. Aún peor: ya nadie puede poner en duda que la incompetencia del poder, en todas sus escalas, ha contribuido a hacer la tragedia aún más grave. De modo que a la reconstrucción urgente de los campos y ciudades devastados hay que sumar, y es inexcusable hacerlo, la reconstrucción de un Estado que un día, hace tiempo, funcionó, pero que hoy se ha convertido en un peligro para la supervivencia física de los españoles.


Todo ha fallado a la vez

Uno repasa la lista de todo lo que ha fallado, de todo lo que se ha hecho mal por incompetencia, por negligencia o, aún peor, por cálculo político, y es para no dar crédito. Alertas hidrográficas que nadie escucha. Políticas ambientales decididas por una burocracia extranjera y ajena a nuestro entorno natural real. Agencias meteorológicas que nos vaticinan todos los días el inminente calentamiento global para dentro de cinco, diez o cincuenta años, pero que naufragan cuando se trata de hacer una predicción de 12 horas. Mecanismos supuestamente reglamentados conforme a protocolos técnicos que, a la hora de la verdad, fallan por problemas elementales de organización y mando. Cargos públicos elegidos para sus puestos no por su competencia profesional, sino por su pertenencia al partido de turno. Un Gobierno nacional que, en el peor momento de la tragedia, sólo estaba preocupado por asaltar el consejo de RTVE, repartir sus suculentas prebendas y subirnos aun más los impuestos. Un gobierno autonómico (el valenciano) entre frívolo y timorato, rápidamente superado por la magnitud de la tragedia e incapaz de reacción. Unas Fuerzas Armadas paralizadas, atadas por protocolos ajenos al interés nacional y, al final, más prestas a acudir a Letonia que a Valencia. Unas fuerzas policiales que el poder sólo usa con generosidad cuando se trata de reprimir a los ciudadanos cabreados, ya sea en la sede socialista de Ferraz o en los premios de la casta del cine. Unos servicios de emergencia dependientes de políticos menos interesados en la eficiencia que en el marketing. ¿Hay que seguir?


Rodeando todo eso, una jauría de voceros de partido dispuesta a justificar lo injustificable y a sacar inmediata tajada de la catástrofe propagando bulos contra el enemigo (hay que ver, por ejemplo, lo rápido que ha entrado en acción la brigada mediática del separatismo catalán, cuyas ambiciones sobre la región valenciana son bien conocidas). Y en la cumbre, por supuesto, el jefe de Gobierno más despreciable que ha tenido este sufrido país, un tipo para el que la política no es otra cosa que una estrategia de poder personal, un individuo cuyas decisiones son tan claramente lesivas para el interés nacional que sólo cabe pensar que está al servicio de otros intereses. Un siniestro comediante que en la hora de la peor tragedia vivida en decenios se toma cuatro días antes de anunciar medidas, se permite descargar la responsabilidad en un gobierno local (que pidan, que pidan), difiere otros tres días la convocatoria de un consejo de ministros y, en el colmo de la indecencia, nos advierte sobre las consecuencias del cambio climático. Se entiende que Sánchez haya restringido tanto sus apariciones en público: para cada vez más españoles, su mera presencia es una provocación insoportable. Lo fue, desde luego, en Paiporta, donde el indecente postureo del Uno terminó haciendo estallar la cólera popular. Pero yendo incluso más allá de Sánchez: si algo ha quedado trágicamente claro en esta crisis, es que nuestra clase dirigente es de una grave incompetencia, el Estado de las Autonomías es una especie de monstruo sin cabeza y la columna vertebral del Estado, que son las fuerzas policiales y militares, bien a despecho de sus integrantes, no están al servicio de la nación, sino de la casta gobernante. La España del 78 se ha ahogado en Valencia.


Un Gobierno contra la nación

Conviene subrayar esto para que todo se entienda bien: la casta que nos gobierna no tiene interés alguno en la continuidad histórica de España como nación. Ha dado sobradas pruebas de ello y quien no lo vea, es porque desea engañarse. Los separatismos catalán y vasco aspiran abiertamente a que España deje de existir. Las diversas familias neocomunistas no pierden oportunidad de subrayar su hispanofobia, y no es casual que se les haya entregado el ministerio de Cultura. Y el partido mayoritario, el PSOE de Sánchez, ha secundado el juego de todos ellos y parece alentar el proyecto de una especie de Estado confederal donde las nuevas identidades regionales, bien engordadas por sus respectivas oligarquías autonómicas, suplanten a la vieja identidad colectiva española. En la práctica, eso significa que el Estado deja de responsabilizarse de la suerte de los ciudadanos, entregados ahora al mejor o peor acierto de las autoridades locales. Y como éstas, por otro lado, carecen de los medios necesarios para hacer frente a retos de cierta magnitud, al final todas quedan sometidas a la voluntad de un poder central que manda, pero no se responsabiliza; un poder que utiliza sus resortes para exigir obediencia a unos súbditos reducidos a la triste condición de siervos fiscales. En esa lógica, la actitud del Gobierno Sánchez hacia la tragedia de Valencia es enteramente transparente: «Si necesitan algo, que lo pidan». El Gobierno ya no es responsable de nada. Su actitud hacia cualquier región española (cualquiera menos los espacios separatistas que lo sostienen) es la misma que tendría hacia un país extranjero. Es la liquidación del Estado nacional.


En el otro lado, naturalmente, ha estado el pueblo, la gente de a pie, como suele ocurrir en la Historia de España. Cientos de miles de españoles que se han movilizado para paliar el naufragio del poder, algunos (muchos) acudiendo pala en mano al escenario de la catástrofe, otros contribuyendo con dinero o con material para echar una mano al compatriota que sufre. Donde un Estado eficiente habría tenido bomberos, policías, soldados y médicos, España ha tenido gente de a pie sumergida en barro hasta la cintura para abrir caminos, rescatar muertos o llevar un poco de comida. Los bomberos, policías, soldados y médicos estaban en sus cuarteles o sus hospitales, mano sobre mano, pidiendo a sus jefes en las redes sociales que los movilizaran ya, pero sin obtener respuesta. Porque sus jefes, a su vez, dependen (sumisamente) de políticos cuya prioridad no era cumplir con su deber, sino obtener la mayor ventaja política del lance. Y mientras los políticos estaban a lo suyo y los servicios del Estado estaban a lo de nadie, ahí abajo, en el barro, había miles de españoles tratando de sobrevivir a ese Estado que financian con sus impuestos y que en realidad les desprecia, porque sólo son «el pueblo». Al final, toda la tragedia de la España de hoy se resume en ese vídeo estremecedor de unas docenas de valencianos enfangados, exhaustos en una calle destruida, armados con palas, que se detienen para cantar el himno regional: «Para ofrendar nuevas glorias a España».


«Españoles: vuestro Estado no existe, ¡reconstruidlo!». Reconstruidlo porque, de lo contrario, dejaremos de existir. Hasta hace unos pocos días, la amenaza podía referirse a la existencia histórica de la nación. Hoy, amargamente, hemos aprendido que se extiende también a la misma existencia física de los españoles.


Sánchez pudo evitar la tragedia de la DANA: desidia mortal

EDITORIAL. ESdiario. 5 Noviembre 2024

Podemos debatir sobre si se previó o no la DANA, sobre si los avisos llegaron tarde o pronto, sobre cómo se ha reaccionado y por qué tan tarde, etc. Pero hay algo mucho más importante que todo eso, lo único que podría haber evitado esta tragedia nacional: Sánchez sabía desde hace 4 años que la zona era inundable, y que “todas las poblaciones aguas abajo de Paiporta tienen riesgo de inundación elevado”, según un informe de técnicos ministeriales que vieron claramente el peligro, avisaron y, por desgracia, acertaron con su predicción porque nadie hizo nada.


ESdiario ha ofrecido a sus lectores dos exclusivas demoledoras que dejan bien a las claras que Sánchez conocía el peligro, tenía soluciones técnicas encima de la mesa, pero no actuó. El informe fue esencialmente ignorado por el Gobierno y en él se establecía que existían diversos puntos que actuaban como embudos y que eran necesarias actuaciones para ampliar el cauce.


Lo poco que hizo el Ejecutivo, en 2022, fue limpiar ese cauce en una zona crítica, el barranco del Poyo, pero el propio Gobierno admitió que esos trabajos, “eliminación de vegetación” y “retirada de sedimentos”, resultaban insuficientes porque “disminuye el riesgo de inundación del Parque Logístico del Puerto de Valencia, aunque no acaba con todo el problema”. El Gobierno entonces anunció “medidas estructurales” en la zona para reducir el riesgo de riadas e inundaciones, pero nunca se llegaron a acometer.


Ahora podemos enredarnos en discusiones de todo tipo y podemos buscar responsables de los más de 200 muertos que ha dejado la DANA, pero la realidad es que el riesgo se conocía desde hace años, los técnicos avisaron, el propio Gobierno anunció medidas para evitarlo, pero no se hizo nada. La desidia de Pedro Sánchez ha causado una enorme tragedia que se podía haber evitado.


El Estado en Valencia y el Estado en RTVE

Pablo Planas. libertad digital. 5 Noviembre 2024

Que el Gobierno de España estaba a otras cosas cuando la gota fría cayó a plomo sobre Valencia lo demuestra el hecho de que no se suspendiera la sesión para sustanciar el asalto a RTVE con comisarios políticos que cobrarán la friolera de 100.000 euros al año, porque para eso sí que hay Estado. A partir de ahí, toda la respuesta del Gobierno consistió y todavía consiste en tratar de imputar al presidente de la Generalidad valenciana, Carlos Mazón, las culpas por el desastre. El empeño es tan grosero que sólo se sostiene por el tesón de los propagandistas del sanchismo y la credulidad de ese sector de la ciudadanía que ante cualquier disparate perpetrado por Sánchez y sus ministros (la suelta de violadores, la política migratoria, la corrupción o la amnistía, por ejemplo) responde eso de que "al menos no gobierna la derecha".


El plan de culpar a Mazón no se sostiene por ningún lado, pero es a lo que se aferra Pedro Sánchez para no asumir su responsabilidad absoluta en la catástrofe tras la catástrofe. Discutir sobre competencias es una completa majadería, hacerse trampas al solitario y tratar de engañar a la ciudadanía. A tenor de las explicaciones ofrecidas seis días después de la gota fría por el responsable de la Unidad Militar de Emergencias (UME), ahora resulta que el mando sobre el Ejército corresponde a los presidentes de las autonomías, que son ellos los que deben autorizar las intervenciones de los militares sobre el terreno. Es una auténtica novedad.


Cada vez que en España se ha declarado un incendio de consideraciones notables, cosa bastante frecuente, el Ejército interviene sin que haya que recurrir a ningún protocolo competencial para desplegar medios terrestres y aéreos mientras que las administraciones autonómicas afectadas o aledañas intercambian ayuda y movilizan efectivos de aquí y de allá en la acertada idea de que lo primero es apagar el fuego y después, sólo después, determinar las causas y depurar responsabilidades.


Sólo a gente muy obtusa o muy perturbada se le puede ocurrir la especie de que el Ejército de España depende de las instrucciones de un presidente autonómico. La UME y lo que no es la UME deberían haber acudido a la zona de la catástrofe sin reparar en medios y desde el primer momento. A eso es a lo que se refería el Rey cuando a las pocas horas del desastre ofreció la ayuda de la Guardia Real. Pero esas declaraciones no fueron suficientes para que la ministra Margarita Robles reaccionara y se dejara de pamplinas y de contradicciones. Ella es la principal interpelada por lo ocurrido en Valencia. Y después, el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, cuyo papel en esta crisis se reduce a hacer de palmero de Sánchez.


El Gobierno no puede sacudirse las responsabilidades por lo ocurrido en Valencia. Es intolerable que Margarita Robles ofreciera toda compungida la máxima ayuda posible a Marruecos tras el terremoto del año pasado y ahora se escude en no se sabe qué milongas sobre los niveles de alerta para decir que las Fuerzas Armadas no pueden hacerlo todo y que la culpa es de Mazón.


Pero como es cierto que generalmente una imagen vale más que mil palabras, la reculada de Sánchez y el paso al frente de los reyes en Paiporta explican todo este drama mucho mejor que la recopilación de barbaridades ingeniadas por Moncloa para eludir sus responsabilidades y para tapar la pavorosa y maligna incompetencia del autor de la frase "si necesitan más recursos, que los pidan".


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La auténtica catástrofe

Santiago Navajas. libertad digital. 5 Noviembre 2024

La Transición fue un éxito que permitió pasar de una dictadura a una democracia de la manera menos mala posible. Sus calumniadores se equivocan al considerarla el peor modelo posible, porque creen que sirvió para dejar todo lo que había sido atado y bien atado, todavía mejor atado y, además, invisibilizado. Pero también se equivocan lo que la sacralizan, convirtiéndola en objeto de dogma y genuflexión. En particular, una de sus facetas tenía en su diseño los huevos de la serpiente. Uno de ellos ha eclosionado en Valencia.


Como trabajo en el mundo editorial soy consciente de las disfuncionalidades del sistema autonómico. Si hay una parcela de la política y la administración que debería haberse mantenido centralizada esa es la educativa. Sin embargo, fue la primera que se compartimentó porque los nacionalistas querían sobre todas las cosas hacer un lavado de cerebro de sus respectivas ciudadanías para construir naciones culturales con un fuerte sentimiento de identidad. O dicho de otro modo, cuanto más se sintieran catalanes y vascos, menos españoles.


Cada vez que llega una ley educativa nueva, hay que rehacer los libros de texto. Pero como hay que tener en cuenta las particularidades introducidas por cada comunidad autónoma, resulta imposible elaborar un texto común. Para el caso que me afecta, en unas comunidades es obligatorio Aristóteles, pero en otras lo es Santo Tomás de Aquino. En unas comunidades, se plantea el examen de Selectividad con unas preguntas, pero en la comunidad limítrofe se plantean otras, a veces muy parecidas pero lo suficientemente diversas para que no sirva un solo texto para todas. Entonces, todo el proceso se eterniza, se hace más costoso y repercute en una subida de precios, en esfuerzos inútiles y, lo que es peor, en una desvertebración artificial de España y lo que significa ser español. Que es precisamente lo que buscaban los nacionalistas. Cada vez más ocurre en Andalucía, y ocurre a más tempranas edades, que los ciudadanos se consideran más andaluces que españoles. Y el argentino Papa Francisco publica un tuit en el que se lamenta por "los pueblos de la península ibérica", porque al parecer en el Vaticano y Buenos Aires son tan incapaces de pronunciar el nombre de España como en la sede de Bildu o en el Camp Nou.


Si el sistema educativo es una farsa, la DANA en Valencia ha sido una tragedia. Si a una catástrofe natural le sumas un estado autonómico disfuncional y unas clases políticas mediocres entonces la catástrofe deja de ser natural para convertirse en artificial. Y la culpa ya no es de la naturaleza, sino de todos nosotros por haberlo permitido y votado. Lo que seguiremos haciendo porque ni el PP ni el PSOE, el mismo perro con distintos collares, van a hacer lo más mínimo para cambiar una dinámica autonómica en la que están enfangados hasta las cejas. Como muestra, lo que fuera de Madrid opina la derecha genuflexa al estado mental socialdemócrata de Isabel Díaz Ayuso, la única con la lucidez y el coraje necesario para enfrentarse a los grupos de interés mafiosos y el rebaño mediático que dictan lo que está bien y lo que está mal en este reino de taifas regidos por incompetentes, mediocres y lacayos en el que ha degenerado la monarquía constitucional. En Twitter planteaba el novelista Lorenzo Silva que acontecimientos como la ineficiente respuesta de la Generalidad valenciana y la Moncloa obligan a repensar el estado de las autonomías, lo que le valió un alud de descalificaciones tildándolo de franquista. Hemos llegado a un punto tal de idiocia y vileza que como es fama que Franco hacía presas y centrales nucleares, lo políticamente correcto, técnicamente aconsejable y periodísticamente aplaudido es derribar presas y cerrar plantas nucleares. Habrá cientos de muertos y miles de damnificados, pero nos habremos vengado de la política industrial franquista.


La catástrofe de 2004 no nos hizo mejores. La catástrofe de 2020 tampoco nos hizo mejores. La catástrofe de 2024 no nos va a hacer mejores. Y esta es la peor catástrofe.


Más que una vergüenza nacional

Hughes. gaceta. 5 Noviembre 2024


Lo de Valencia quizás sea lo peor de todo. El Covid fue una tragedia y un encierro y muchas cosas que se hicieron muy mal. La Amnistía, una gran humillación. Pero esto de Valencia tiene algo que lo supera.


Cuando nos enteramos de lo que sucedía, sentimos, yo creo que todos, el impulso humano, la solidaridad humana habitual, pero esta vez no era como cuando pasa en otros lugares del mundo.


Había una conmoción distinta, algo que se intensificó al percibir el abandono de las víctimas.


Era, primero, una sensación de preocupación. Los valencianos fuera de Valencia, por supuesto, pero también el resto de españoles; todos, eran todos. El español sintió Valencia vivamente y la enormidad de la catástrofe y la evidencia del abandono le llamaron en lo profundo. Sentimos, sentimos aun, que sufren hermanos nuestros, porque decir conciudadanos es decir muy poco; ni siquiera compatriotas; sentimos que sufren los nuestros, semejantes, extraños en una identidad, y sus penas, no se sabe por qué, nos incumben más.


El dolor del que pierde es el mismo, pero en nosotros impacta de otra forma. A la humanidad se le suma otra cosa. La lástima se adensa, se nos hace patética. Sentimos que tenemos la obligación de responder, de atender, que es nuestro deber hacerlo, que estamos llamados a ello. Nosotros o, por supuesto, algo en nuestro nombre, algo nuestro, algo común.


Valencia no despierta solidaridad. Eso me lo despierta Haití. Valencia despierta urgencia de deber.


El llanto ajeno me producía pena, el llanto del español abandonado me produce algo más: una ansiedad que si no se atiende lleva a la deshonra. Siento que no estoy donde debo.


Yo no sé si eso es un sentimiento patriótico, una pasión nacional, pero siento vergüenza personal e impotencia si pienso que mis paisanos, mis compatriotas, sufren o han sufrido en soledad.


Es una conmoción en dos tiempos: pena humana compasiva y algo que se parece al deber. Se me aparece así un vínculo más que humano y más que cívico. Una empatía tan acuciante que por eso buscará siempre una forma militar…


Por eso lo del gobierno con el ejército nos ha desesperado y por eso no lo podemos entender ni, creo, podamos dejarlo pasar. Había que estar con todo allí desde el principio, ¿o regatearíamos el esfuerzo si nos necesitara un familiar?


Y esa llamada desde Valencia era la de un pariente: no te veo, no te conozco en realidad, pero lo eres, así lo siento y por sentirlo estoy ligado a ti con un vínculo que no puedo ignorar. Hay parientes que ya no reconocería por la calle a los que llevo dentro. A los que mi conciencia me uniría.


Hemos sentido, yo creo que todos, la mayoría, solo hay que ver los puntos de recogida o las redes sociales, una llamada similar. España quería estar con Valencia, volcarse toda en Valencia, hacerse presente allí, una allí, y ayudar, reparar, atender, socorrer, consolar. Por eso es imperdonable lo del gobierno, porque ha impedido que España esté como tenía que estar. Podría decirse que, en su lugar, va llegando el pueblo, personas aquí y allá, redes invisibles, anónimos afectos, pero que falta lo fundamental, lo que estaba pensado para estar. La forma política, material y técnica que teníamos para auxiliarnos.


Si permitimos que ese no-estar, no haber estado, pase sin más, perderemos algo que nos constituye (esto sí nos constituye).


Cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco, hubo una angustia que todos compartimos. España sintió unánimemente ese tic-tac urgente y, salvando las muchas diferencias, estos días se ha sentido una congoja parecida.


Es fundamental que esos pueblos de Valencia, que Valencia entera, sientan el amor de los españoles. El amor de los que la conocen y de quienes, y qué maravilla es eso, la aman sin conocerla, porque es ella, suya sin ser de ellos, íntima imaginada, presente siempre, porque sí. Porque es nuestro deber, más que nuestro derecho.


Hemos sentido eso, pero luego hemos sentido la privación de eso, la inacción, la impotencia de que no llegara.


Al no acudir nadie en nuestro nombre, hemos tenido que mirar hacia otro lado. ¿Cómo podemos dejarlo pasar?


Esa conmoción española que, una vez sentida, nos impiden atender, ¿no tendrá un nombre o significará algo? Es algo peor que una vergüenza nacional, adopta una forma hiriente de pasividad… Todos maniatados, todos espectadores. Nuestra servidumbre coge con ello un rizo de ignominia, de cruel perversidad… No podemos dejarlo pasar.


Que no haya estado España allí como debía es algo imperdonable, es una deshonra de todos por la que deberán responder. De todas las vergüenzas e indignidades que arrastramos, y arrastramos unas cuantas, esta es de las peores.


Antes de cualquier movimiento político, la única prioridad debería ser ayudar, ayudar, ayudar. Centrarnos en lo que falta para que llegue. Que se garantice la normalidad. Que una honda solemnidad honre el dolor de esas personas, y que las debidas reparaciones alivien su penuria. Que nadie pueda seguir diciendo: estuve solo, mi país me falló.


Pero después, justo después de eso, deberíamos pararnos a pensar. No solo en protocolos de emergencia. Claro, por supuesto, pero eso, siendo importante, es lo de menos porque su mismo deterioro viene explicado por algo mayor. Hemos de atesorar y analizar lo sentido. Hemos de entender la naturaleza de nuestro desvelo, humana pero distinta por ser nuestra; y entender esa incumbencia natural que se nos despertaba hacia nuestros compatriotas. Esa sutil, quizás arcaica (en absoluto bárbara) forma de obligación y amor que nos une. Una invisible emotividad que se desborda en un momento así y viene no sabemos de dónde.


Sobre todas las personas del mundo, que Dios me perdone, son estas las que más me con-mueven. Las que hablan con esos acentos, las que ante al apocalipsis dicen ¡Mare meua!


Ese vínculo debe convertirse en el centro de todas las formas políticas e instituciones, que de ahí nacerán, y para honrarlo.


previsto en el Plan Hidrológico Nacional

Zapatero decidió no construir una presa habría protegido toda la zona devastada por las lluvias torrenciales

LGI. gaceta. 5 Noviembre 2024


El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decidió en 2005 no llevar adelante la construcción de una presa en Cheste, que podría haber protegido la zona afectada por el temporal. Este proyecto, previsto en el Plan Hidrológico Nacional (PHN), tenía como objetivo reducir las riadas en 26 municipios, entre ellos Paiporta, Aldaia y Massana, pero finalmente fue cancelado.


La lista completa de municipios considerados en «alto riesgo de inundación» incluía Alaquàs, Aldaya, Catarroja, Cheste, Xirivella, Godelleta, Masanasa, Paiporta, Picanya, Ribarroja, Torrent, Quart de Poblet, Loriguilla, Mislata y la ciudad de Valencia. En este contexto, el Sistema Español de Información sobre el Agua subrayó que «la comarca de l’Horta Sud ha sido históricamente una de las más golpeadas por las grandes inundaciones durante las temporadas de gota fría».


Sin embargo, el PHN generó una fuerte controversia debido a la oposición de algunas regiones al trasvase del Ebro. En respuesta, Zapatero se presentó a las elecciones con el compromiso de derogar dicho plan, promesa que cumplió en abril de 2005. De esta manera, quedó en el olvido el proyecto de la presa, que habría permitido controlar las inundaciones y regular el caudal, mejorando así la disponibilidad de agua para riego y consumo humano.


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