Recortes
de Prensa Domingo
29 Diciembre
2024
Letonia
envía 1.000 drones de combate a Ucrania y promete más ayuda para
Kiev
Las fuerzas rusas buscan completar el cerco en
torno a Pokrovsk, sin descuidar el avance hacia Kostiantinivka, lo
que allanaría el camino para la ofensiva final en 2025 contra
Kramatorsk y Sloviansk
Carlos Garcés. Madrid. el mundo. 29
Diciembre 2024
Sigue llegando la ayuda para Ucrania en su guerra contra Rusia. En esta ocasión es Letonia la que ha informado del envío de un millar de drones de combate a Ucrania, en un gesto de ayuda enmarcado en la actividad de la conocida como "Coalición de Drones", en la que este país báltico juega un destacado papel junto a Reino Unido. Este páis enviará en 2025 más de esos equipos a Kiev, para los que Letonia dedicará junto al Reino Unido 20 millones de euros.
En el frente, las fuerzas rusas tomaron en la última jornada otras cuatro localidades en el este de Ucrania, para un total de ocho en la última semana, según el parte de guerra semanal del Ministerio de Defensa de Rusia. El Estado Mayor ruso estimó en 4.500 kilómetros cuadrados el territorio conquistado por sus tropas este año, aunque el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) considera que dicho cálculo es exagerado.
A Rusia, según el ISW, le faltarían aún por conquistar aproximadamente unos 8.000 kilómetros cuadrados para hacerse con el control de toda la región de Donetsk.
10:15
Annalena Baerbock asegura que el apoyo alemán a Ucrania continuará tras las elecciones
La ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, dijo que su país mantendrá, tras las elecciones generales del 23 de febrero, su apoyo a Ucrania frente a Rusia pues "ningún Gobierno al que le importe la seguridad de Alemania y Europa dejará sola a la gente de Ucrania", informa Efe.
En unas declaraciones a la edición dominical del diario 'Bild', Baerbock mantuvo que "Ucrania puede contar con Alemania, también tras las elecciones" anticipadas convocadas para febrero.
"El apoyo a Ucrania supone absolutamente la protección de nuestra seguridad y nuestra paz", señaló la jefa de la diplomacia alemana, que destacó "la brutalidad de los ataques de los últimos días" del Ejército ruso sobre el territorio ucraniano.
9:30
Ucrania derriba nueve drones lanzados por Rusia en un ataque aéreo
El Ejército de Ucrania derribó en la noche del sábado a este domingo nueve drones lanzados por Rusia contra su territorio en un ataque aéreo en el que las fuerzas rusas también emplearon media docena de bombas guiadas, informa Efe.
Según informó en su canal de Telegram la Fuerza Aérea de Ucrania, nueve drones de fabricación iraní 'Shahed' fueron derribados sobre la región de Nicolaiev (sur).
Rusia atacó con las bombas desde la región de Belgorod, mientras que los drones fueron lanzados desde Crimea, península ilegalmente anexada por Rusia en 2014.
9:00
Biden dice que Putin al parecer es responsable de siniestro en Kazajastán
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo este sábado que no ha hablado con su homólogo de Rusia, Vladímir Putin, sobre el siniestro aéreo de Azerbaijan Airlines (AZAL) en el que murieron 38 personas y que "aparentemente" es su responsabilidad, informa Efe.
Sin admitir ninguna culpabilidad, Putin se disculpó este sábado ante el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, por el "trágico incidente" en el espacio aéreo de Rusia.
"Aparentemente lo hizo, pero no he hablado con él", respondió Biden sobre una pregunta sobre si Putin debería asumir la responsabilidad por el accidente aéreo ocurrido el pasado miércoles en Kazajistán.
Después
de la Nación
Alejo Vidal-Quadras. Vozpópuli. 29
Diciembre 2024
El título de esta columna es el del último libro de José María Marco, cuya lectura recomiendo vivamente. En este ensayo, su autor nos propone una nueva perspectiva sobre el pacto de la Transición, un enfoque inédito, original, tan sugerente como inquietante. Según su análisis, el gran acuerdo civil, tan alabado e invocado en ocasiones solemnes, tan exhibido como ejemplo a imitar en los cambios de una dictadura a una democracia, contemplado como una transformación sin violencia fruto de la racionalidad, el espíritu cívico, el realismo y la buena voluntad tanto de los representantes del régimen anterior a extinguir como de la oposición que pugnaba por el que había de alumbrarse, contenía una cláusula oculta, un entendimiento tácito soterrado, una condición implícita que nadie mencionó, pero que latía en la entraña invisible de la operación. Este sobreentendido fantasmal, aunque aceptado por todos, fue la desaparición de España como Nación.
Examinemos la situación presente a la luz de esta osada interpretación y mencionemos algunos trazos que la caracterizan elegidos al azar: un Gobierno de la Nación que sostiene su mayoría parlamentaria en aquellos grupos cuyo propósito es liquidarla, la práctica ausencia del Estado en Cataluña y en el País Vasco, la inminencia de la aparición en Cataluña de un estado libre asociado similar al ya materializado en Vitoria, la imposibilidad de las familias de escolarizar a sus hijos en la lengua común en un tercio de la superficie nacional, la utilización de lenguas cooficiales en determinadas Comunidades en el Congreso de los Diputados obligando a sus señorías a recurrir a la interpretación simultánea para enterarse de los que dicen sus colegas, la protección especial que debe otorgarse al ¿habla andaluza? en la tierra de María Santísima, el compromiso del presidente del Gobierno de reunirse con un golpista condenado y amnistiado inconstitucionalmente en un país extranjero, la salida a la calle de terroristas sanguinarios retorciendo la ley, el veto a la emisión del discurso navideño del Rey por determinadas televisiones autonómicas, la supresión impune de la bandera española en la fachada de centenares de Ayuntamientos, y así podríamos seguir hasta llenar el resto de la página.
No cabe duda de que asistimos a una progresiva evaporación de la multisecular Nación española que de manera aparentemente inevitable ve cómo sus contornos se van difuminando, sus rasgos y sus símbolos borrando y su mismo concepto desapareciendo de la conciencia de sus ciudadanos. Frente a la idea de que este triste proceso es la consecuencia no deseada por los dos principales partidos del sistema ni por la mayor parte de la población de una Constitución diseñada de manera imperfecta por siete próceres que pecaron de ingenuidad y optimismo, de la debilidad de los sucesivos Gobiernos centrales ante los abusos y deslealtades de los separatistas y de una normativa electoral desequilibrada, la tesis de José María Marco es que se trató de una decisión deliberada, del precio consentido a pagar para conseguir que el tránsito del franquismo a la monarquía parlamentaria fuese suave y pacífico.
Marco señala paradójicamente como prueba de su aserto a los primeros artículos de nuestra Carta Magna, en los que se proclama con retumbante énfasis la naturaleza indisoluble e indivisible de nuestra patria común, al igual que la residencia de la soberanía en el pueblo español en su conjunto. Tales tajantes pronunciamientos en el arranque de nuestra Norma Fundamental, apunta Marco, denotan una voluntad de calmar en aquellos días tensos las reticencias de las estructuras del Movimiento Nacional aún en pie para colarles a continuación la autonomía de las regiones, el equívoco vocablo “nacionalidades”, el contradictorio artículo 150.2, el principio dispositivo, la imprecisión de la atribución de competencias a las instancias centrales y a las Autonomías, la Disposición Adicional Primera. La Disposición Transitoria Cuarta y el mecanismo de desmontaje contenido en el Título VIII.
Una nación no es una entelequia discutida y discutible como regurgitó el hoy rastrero limpiabotas de un narcodictador criminal, sino que es una noción clara plena de significado y sentido ligada a las dos grandes revoluciones de la segunda mitad siglo XVIII y estrechamente vinculada a la aparición y consolidación de las democracias liberales modernas. Puede ser percibida como un proyecto, un hacer juntos en pos de unos objetivos compartidos, como un pacto de garantías de derechos y libertades, como una identidad de componentes étnicos, lingüísticos y geográficos o como una comunidad de valores morales vertebradores de la convivencia. Normalmente es una combinación en distintas intensidades de estos factores dependiendo de los casos, pero en absoluto es algo etéreo o indefinido.
Media docena de nacioncillas tribales
Si la Nación española se desvanece y nos vemos privados de su existencia nos convertiremos en integrantes de media docena -ocho según el destacado pensador Miquel Iceta- de nacioncillas tribales, europeos de tercera categoría, desprovistos de un formidable legado político, artístico y cultural erigido durante milenios por nuestros antepasados que nos proyecta todavía en el mundo y nos hace objeto de prestigio y respeto en el plano internacional. Semejante desastre nos condenaría, en la opción menos mala, a la frustración colectiva y a un fracaso monumental como entidad jurídico-política reconocible y, en la peor, al conflicto interno y a un enfrentamiento cruento entre compatriotas como los que jalonaros los dos últimos siglos de nuestro devenir conjunto. No nos queda demasiado tiempo para reaccionar y poner a salvo nuestro futuro antes de que la mediocridad envidiosa, la ambición ciega, la pusilanimidad inane, el oportunismo innoble, la codicia desatada y el revanchismo rencoroso de unos y de otros haga añicos España de manera irreversible.
España como excepción
Jesús
Cacho. Vozpópuli. 29
Diciembre 2024
El sábado 7 de diciembre, una Francia en declive se dispuso a asombrar al mundo con el último destello de su vieja “grandeur”. Todos los ojos pendientes de París. Aquella tarde lluviosa el mundo civilizado asistía a la reapertura de Notre-Dame. Los ojos de los reyes y jefes de Estado que allí se dieron cita estaban, sin embargo, pendientes de un solo hombre, todas las miradas, todos los gestos, concentrados en el protagonista del momento, la personalidad del año, el presidente número 47 de los Estados Unidos de América, el tipo fanfarrón y maleducado por quien meses antes nadie hubiera dado un duro, pero al que un pobre Emmanuel Macron no perdía de vista, siempre a su lado como una garrapata, como si pretendiera absorber parte del aura, del poder magnético que exhala este personaje indescriptible al que hace unas semanas la mayoría de los reunidos consideraba un mero paria. Hace cuatro años, 6 de enero de 2021, las cancillerías de todo el mundo y los grandes “Media” dieron a Donald Trump por amortizado cuando sus partidarios invadieron el Capitolio. Pocos repararon entonces en que el hombre del pelo naranja había logrado 11 millones más de votos que en 2016 y que el trumpismo estaba lejos de haber colapsado. El fenómeno seguía vivo porque los problemas que lo habían catapultado al estrellato -el empobrecimiento de amplias capas de clase media y trabajadora por la globalización; la inmigración masiva y su correlato de inseguridad; la mengua de libertades provocada por los excesos del movimiento woke; el insultante divismo de las elites demócratas (léase socialistas), la crisis de autoridad, etc., etc.-, no solo no se habían resuelto sino que se habían exacerbado.
A punto de inaugurar el año 25 del siglo, el escenario geopolítico mundial está presidido por la vuelta de Trump al puente de mando del país más poderoso del mundo, la consolidación en Argentina de un terremoto llamado Javier Milei, el éxito indiscutible de Giorgia Meloni en Italia, la transformación de Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen en el primer partido de Francia, la eclosión de AfD en Alemania, la reelección de Viktor Orbán en Hungría, la popularidad de Nayib Bukele en El Salvador, la victoria de los demócratas de Suecia, la de Geert Wilders en Holanda, pero también el descrédito absoluto del empleado de Rothschild en Francia, la salida por el desagüe de Olaf Scholz en Alemania, el viaje a los infiernos de Keir Starmer, en apenas seis meses, en Gran Bretaña… La derecha conservadora renace de sus cenizas mientras los restos del socialismo se baten en retirada. En todas partes, menos en España, convertida en la gran anomalía de Europa, un país varado en mitad de ninguna parte, con un Gobierno social comunista a quien sostienen en puro y medieval chantaje los enemigos de la nación de ciudadanos libres e iguales, al frente del cual figura un buscavidas, un “good for nothing” sobrado de morro y vocacionalmente emparentado con los peores autócratas del momento (Putin, Erdogan, Modi y demás enemigos de la libertad).
Este es el escenario al que apunta nuestro pequeño mundo en los albores de un año cargado de negros presagios para los demócratas españoles, con escasas esperanzas de cambio porque las aves de rapiña que lo sostienen no van a dejar escapar tan apetitosa presa, lejos España del resplandor del cambio que se esta operando a nivel mundial, mutación que, quiéranlo o niéguenlo unos u otros, terminará sin la menor duda por afectarnos. Una revolución conservadora está en marcha, con el 20 de enero como el gran día de su cita con la historia. Es el deseo de los pueblos de recuperar su soberanía, de conservar su identidad frente a las migraciones masivas, de proteger su modelo social frente a la apisonadora de la globalización, de acabar con el diktat de esas elites de izquierdas que se han hecho dueñas de un poder desde el que miran al hombre corriente por encima del hombro. Es el final del wokismo, un movimiento que, en el fondo y so capa de progresismo, no es más que un esquema de control social a gran escala destinado a segmentar la sociedad según el origen, el color o el género, en manos de una tribu dispuesta a establecer una verdadera policía del pensamiento. Pero la vuelta de Trump al trono de Washington apunta a un movimiento de mayor calado y envergadura estratégica, casi una revolución cuyo éxito podría terminar ejerciendo una influencia decisiva en el devenir de la política mundial: la transformación en profundidad de la tecnoestructura administrativa y jurídica norteamericana.
Poner fin al “Estado profundo”, siguiendo el eje argumental del libro convertido en biblia del trumpismo: “Dawn's Early Light: Taking Back Washington to Save America”, del que es autor Kevin Roberts, presidente de la Heritage Foundation, el influyente think-thank conservador, que ha prologado el nuevo vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance, relato llamado a marcar la agenda del segundo mandato de Trump. Roberts propone nada menos que una “segunda revolución estadounidense” a los votantes deseosos de devolver el poder al pueblo. “Elites globales: vuestro tiempo se acabó”, se puede leer en la solapa de una obra que identifica sin ambages una serie de instituciones que la nueva Administración debería recuperar o simplemente destruir por ser “demasiado corruptas para ser salvadas”: las famosas universidades de la Ivy League, el FBI, el New York Times, el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, el Departamento de Educación, el poderoso fondo BlackRock del melífluo Larry Fink (presente en el capital de la mayoría de las empresas españolas del Ibex 35), la Fundación Bill y Melinda Gates, el National Endowment for Democracy, entre otras. “Todas estas instituciones necesitan ser disueltas si se quiere transmitir el estilo de vida americano a las generaciones futuras. La buena noticia es que vamos a ganar. Esas elites están tan ebrias de poder que no se dan cuenta de que el suelo se está moviendo bajo sus pies”. Se trata de arrinconar a la clase burocrática y financiera que ha dominado la vida política estadounidense -y mundial- desde los años ochenta del siglo pasado. Lo enunció hace tiempo uno de los grandes teóricos de la sociología moderna, el italiano Wilfredo Pareto, para quien “la historia es un cementerio de elites; una sucesión de minorías privilegiadas que se forman, luchan, llegan al poder y se benefician de él para luego declinar y ser reemplazadas por otras minorías”.
Una “revolución estadounidense” llamada a tener un enorme impacto en el futuro de las democracias occidentales en caso de éxito. Pero, tanto o más importante para los españoles que el devenir de la segunda legislatura Trump, es la consolidación en Argentina del proyecto libertario que lidera Javier Milei. He ahí un hombre empeñado, a la manera de Trump, en “Hacer grande a Argentina otra vez”. A diferencia de Trump, sin embargo, Milei es partidario del libre comercio y poco o nada interesado en el debate sobre la inmigración. No estamos ante un conservador, sino ante un tipo capaz de llamar “hijos de puta” a los periodistas y de hablar a los argentinos como a adultos, un “outsider” que no vende milongas, que dice verdad: “No podemos pagarles, no tenemos dinero, la caja está vacía, el gasto público aumentó del 24% al 43% del PIB en catorce años, y la Argentina está en quiebra”, capaz incluso de pedir sacrificios a los más pobres –que también son su base electoral– y decirles que les aguardan días de grandes sacrificios en espera de tiempos mejores. Algo inaudito desde los tiempos de Margaret Thatcher, otra de sus ídolos. Su revolución está en marcha: ha despedido a 30.000 funcionarios, abolido una docena de ministerios, eliminado la indexación de las pensiones a la inflación, reducido paguitas en Educación y ayudas a jubilados y a comedores públicos. Cinturón de hierro para todos. El primer año de Milei en la Casa Rosada lleva el aroma del éxito. Una inflación anualizada del 200% ha caído al 2,43% el pasado noviembre, resultado de un ajuste de caballo cuya contraparte es el aumento temporal del número de argentinos por debajo del umbral de pobreza, paso imprescindible para que la economía empiece a crecer. La inflación, la calamidad de los más pobres, parece encarrilada. La recesión ha pasado, ahora queda convencer a los inversores para que vuelvan a confiar en Argentina. La esperanza es enorme para un país devastado por ochenta años de proteccionismo, violencia y corrupción. Y qué duda cabe de que el acierto de Milei supondría la reafirmación de la ortodoxia económica, el renacer de la maltrecha democracia liberal y su triunfo sobre el infecto socialismo.
Un 20 de enero, pues, convertido no solo en el arranque de la segunda legislatura Trump, sino, quizás, en el principio de una nueva era para el mundo occidental, con la Unión Europea, y naturalmente España, en fuera de juego. Más allá de sus obvias implicaciones económicas, la vuelta de Trump supone un reto de dimensión histórica para una Unión forzada a reinventarse y a entronizar de nuevo los valores que hicieron grande al viejo continente. Una UE mayoritariamente de derechas obligada a plantear con toda crudeza, si es que queda alguna derecha decente en Europa, la batalla cultural a una izquierda que se ha hecho fuerte en las instituciones comunitarias, obligada a defender un modelo de sociedad donde la igualdad no se mida por el color de la piel, sino por el mérito, el esfuerzo; una sociedad que, parodiando a Tocqueville, prefiera la desigualdad en libertad a la igualdad en la servidumbre.
Un año que se presenta tan prometedor, esplendoroso incluso, desde el punto de vista de lo que ocurre fuera como deprimente desde la perspectiva española. España como excepción. España como anomalía. No venían a acabar con la corrupción, sino a hacerse con el poder y a permanecer en él el tiempo necesario para enriquecerse. Alguien ha escrito en X estos días que Sánchez “es un nómada de las estepas que se encontró las puertas de la ciudad abiertas y se instaló en el trono, mientras los restos de la sociedad civil y las escasas elites que restan en España optaron por no complicarse la vida en tanto en cuanto pudieran seguir yendo a Baqueira”. El grado de vergüenza colectiva ha llegado al punto de imaginar al felón el pasado viernes 20 de diciembre en el Sofitel de Bruselas, mano sobre mano, sin nada que hacer, sin agenda, simplemente esperando una llamada de Puigdemont. El presidente del Gobierno de España mendigando una foto con un prófugo cuyos votos necesita para sobrevivir. El huido volvió a despreciarle. Un tipo que se rinde ante un vivo y se crece ante un muerto (de hace 50 años). Una indignidad que nos contamina al tiempo que nos interpela. Ni un español sin culpa. Porque los males no proceden del comportamiento de un “grupo exiguo” (Rafael Jiménez Asensio en su “Juan Valera. El liberalismo político en la España de los turrones”), no es responsabilidad exclusiva de Sánchez y su banda, sino resultado de una sociedad “anémica, débil e inconsistente”, capaz de aceptar el sofisma, en palabras de Valera, de que “todos son buenos menos un puñado de hombres que tienen embaucados y supeditados a los demás”. Vale también la cita de ese curioso cronista, mentado también por RJA, que fue Serafín Estébanez y sus “Crónicas andaluzas”: “El gobierno que promete, seduce; el que da, corrompe; si amenaza, es tirano; si atropella, esclaviza, quien tal hace no merece el poder; el pueblo que lo sufre no merece ser libre”. ¿Merecemos ser libres los españoles? Obligados, por eso, a plantearnos una nueva “revolución española” a la manera de Trump, una revolución democrática que mande al cubo de la basura las leyes, reglamentos e imposiciones de este maldito Gobierno; obligados a refundar una nueva legalidad democrática capaz de unir a los españoles en empeño colectivo similar al que alumbró la Constitución del 78. Barrer con la mafia sanchista y mandar al guano su pequeño mundo de rapiña. Un gran envite para una oposición dormida y una obligación moral para lo que quede de salvable, a derecha e izquierda, en este país llamado España.
Todo lo mejor en 2025 para los lectores de Vozpópuli.
El alcalde del PP de Palma mantiene el
catalán como requisito para ser electricista municipal o
peón
Indalecio Ribelles. okdiario. 29
Diciembre 2024
El Ayuntamiento de Palma no elimina el requisito de catalán en plazas que no lo requieran como aprobó el pleno en octubre de 2023 a iniciativa de Vox con los votos favorables del gobierno en minoría del PP.
No se entiende que más de un año después de aprobarse esta medida que lo mantenía como requisito sólo en los puestos de atención directa al ciudadano, en la nueva convocatoria pública municipal para la contratación de ayudantes de oficios, como fontaneros, electricistas, peones de albañilería o jardineros, el Ayuntamiento mantenga el catalán como requisito exigiéndoles a los aspirantes a ocupar estas plazas un nivel B1 de dominio hablado y escrito de esta lengua.
Porque las funciones que tendrán que desempeñar los que logren la media docena de plazas de empleados públicos en liza no son, en ningún caso, de trato directo con el público o de atención al ciudadano. Como recoge el acuerdo del área de Función Pública que aprueba esta convocatoria, estos nuevos empleados municipales se dedicarán a realizar tareas de mantenimiento ordinario que no exijan técnicas cualificadas en instalaciones eléctricas, fontanería, cantería, instalaciones especiales, jardinería, pintura o limpieza.
También a colaborar en el montaje y desmontaje de exposiciones, conducir vehículos municipales o cualquier otra tarea que le sea encomendada por su superior jerárquico.
Nada por tanto de funciones de atención al público, donde podría estar justificada la valoración de esta titulación de catalán, pero no en puestos donde lo único que cuenta es tener oficio para el desempeño de unas funciones básicas de mantenimiento.
Por ello llama la atención, que el Ayuntamiento en esta convocatoria para la contratación de ayudantes de oficios valore tener un nivel de catalán superior al exigido tanto como disponer del certificado de bachillerato, 0,50 puntos en ambos casos.
La proposición municipal aprobada en octubre de 2023 por el pleno también recogía que en los casos en los que se mantenga el catalán como requisito, se valorará si el grado de acreditación de dominio de la lengua se adecúa al puesto de trabajo y, si se diera el caso de que no fuese así, se modificaría.
Por ello el gobierno municipal del PP defendió que para dar su apoyo a esta iniciativa de Vox era conveniente hacer una revisión de las competencias y funciones de todos los puestos de trabajo de los empleados municipales y adecuar la exigencia en materia lingüística.
En concreto, la regidora de Hacienda, Función Pública y Gobierno Interior, Mercedes Celeste, aseguró que «no hay ningún problema» en determinar cuál es exactamente el nivel de catalán que se tiene que exigir, como se haría en cualquier otra cuestión.
Todo ello en línea con la sentencia del Constitucional que sólo defendía la exigencia del catalán como requisito, cuando se trate de funciones públicas que tengan «una incidencia directa» en la atención al ciudadano, y por ello, sea necesario el conocimiento de ambas lenguas. Es el caso de los empleados públicos destinados a funciones de atención presencial y directa (ventanilla), pero no en el resto de plazas.
Pero llegado el caso y pese al citado acuerdo del pleno que contó con el voto a favor mayoritario de los 17 concejales de PP y Vox, el Ayuntamiento mantiene el catalán como requisito en sus convocatorias de empleo público, excepto a los conductores de la EMT y a los vigilantes de las zonas de estacionamiento de pago en superficie (ORA) donde la titulación del nivel de catalán es un mérito como cualquier otro certificado académico.
Hay hechos tan llamativos como lo sucedido este pasado verano en la convocatoria municipal para la selección de ingenieros industriales.
El Ayuntamiento de Palma no exigió a los aspirantes a la plaza como requisito experiencia profesional previa alguna en el desempeño de sus funciones, pero sí estar en posesión de una titulación B2 de catalán que supone un dominio notable hablado y escrito de esta lengua cooficial con el español en Baleares.
******************* Sección "bilingüe" ***********************
Los políticos no han entendido que la
DANA también les afecta a ellos
Federico
Jimenez
Losantos.
libertad digital.
29 Diciembre 2024
Lo que se ha visto no es sólo el mal funcionamiento del Estado autonómico, sino la terrorífica lejanía entre los políticos y sus representados.
Aunque el Rey haya insistido en su mensaje navideño, el significado de la DANA y lo que ha supuesto para el régimen político español sigue siendo ignorado por una casta política ensimismada en sus encuestas y cubileteos demoscópicos. Sánchez ha hablado contra la Corona por boca de gansa, la alcaldesa de Catarroja, indignada porque la Familia Real no le avisara de su visita, como autoridad superior que cree ser. Y en el típico estilo del patán monclovita, su caudillejo, ha contrapuesto el trabajo de desescombro de los trabajadores de la zona con una visita que, según himpló, "habrá sido para tomar un refresco". Se entiende que, en vez de tomarlo en Marruecos o en Cerler, donde Sánchez ha pasado estos días, como siempre, dando ejemplo.
La delegada del Gobierno sanchista, Pilar Bernabé, ha seguido culpando a Mazón de todos los males valencianos, menos uno, el único del que es totalmente responsable: no pedir la declaración de "Emergencia nacional", paso previo al "Estado de Alarma 3", que obliga a la intervención total del Ejército, de sus tres armas, coordinadas por la UME, como manda la Ley. Pero que una compañera de la estadista de Catarroja , también burriciega, derrote por el mismo lado, el izquierdo, es normal. Lo anormal es que, a estas alturas, Feijóo salga defendiendo a Mazón, como si no ser peor que la gentuza sanchista lo absolviera de sus deficiencias, por no decir crímenes.
En ambos casos, es como si la DANA no hubiera pasado, o hubiera pasado ya, sin más consecuencias que el recuerdo de una desgracia del año pasado, que el año presente borrará, como tantas otras, tantas, tantas y tantas veces.
El fallo multiórgánico del Estado de las Autonomías
Lo que se sigue negando a reconocer Sánchez, el fugitivo de Paiporta, es su responsabilidad pasiva y activa en el desastre, la pasiva de endilgarle el muerto a Mazón, que se lo tragó como el besugo el anzuelo, y la activa del "si necesitan ayuda, que la pidan", rematada con el infame "yo estoy bien". Lo que se niega a reconocer Feijóo es la responsabilidad compartida del PP en esa feria de disparates en que se sumió Valencia y que ha delatado el fallo multiorgánico de un cuerpo que la derecha proclama vivo, el Estado de las autonomías, pero que se ha demostrado tan gravoso como inútil.
Sin embargo, la vivencia de la tragedia de la riada por los ciudadanos ha sido más honda de lo que digan las encuestas de cualquier signo. Lo que se ha visto no es sólo el mal funcionamiento del Estado autonómico, sino la terrorífica lejanía entre los representantes políticos y sus representados. Lo que hemos podido comprobar es que la pavorosa insensibilidad nacional del PSOE no estaba demasiado alejada de la insensibilidad regional del PP. Y cree su presidente que basta nombrar a Sánchez para exculpar a Mazón. Se equivoca. El votante de derechas no es tan ovino como el de izquierdas. Y si votar a Sánchez no es diferente de votar a Sumar o Podemos, votar a Vox sí es una alternativa a votar al PP, es decir, a votar contra un partido empeñado en despreciar a su base social, como sucede desde el maldito congreso de Bulgaria, capital Valencia, en que Rajoy despidió a los que querían un partido liberal o un partido conservador. Y se fueron, claro.
El "verano azul" de todos los "chanquetes"
Pero hay una diferencia entre abominar del PSOE y del PP y abominar del sistema político, de una partidocracia, en la que, ojo, también figura Vox, absolutamente ajena a los problemas de la gente corriente y a todo lo que no afecte a sus cargos y sueldos. Y ese "todos son iguales", es lo que más fuerte se ha oído en los medios no supeditados al sanchismo corrompido y corruptor, o no asimilados a ese centrismo centristón al que vuelve Feijóo, sin haber ido antes a ninguna parte. Dicho de otro modo: viendo ya a su alcance, sin esfuerzo, la cosecha del otoño sanchista sin haber salido del "verano azul" de su penosa campaña rajoyana. A la que insiste en volver.
Hay además una prueba de la estupidez suicida de la derecha cuando se pone a centristear, es decir, a regatear a su propia defensa en vez de a la contraria, que es la adopción de términos o más bien terminachos de moda entre la progresía. El primero en usarlos fue siempre Gallardón, modelo de traición a su base social y a su partido, pero siempre más inteligente que la mayoría de sus colegas. Me quedo con dos: "empoderar" y "centralidad"; el primero, caído en desuso porque suena a Irene Montero o Yolanda Díaz; el segundo, asumido por los medios de derechas que no quieren parecerlo y que tanto se asemejan en su maricomplejinismo al PP de los chanquetes de Génova 13, autores de la campaña inolvidable y ruinosa del "verano azul".
El terminacho "propositivo"
Este PP, que, tras operarse de la vista Feijóo, ve mucho peor que antes, ha adoptado para luchar contra Sánchez, pero poco, el término "propositivo", que, por no significar, no significa, al menos en español, absolutamente nada. En el politiqués de nuestro inolvidable Amando de Miguel, es como positivo pero con ínfulas, pero, en nuestro idioma, nada de nada de nada. "Propositivo", dice la RAE, es "lo relativo a un propósito". O sea, que lo que se propone es proponer, proponer algo que proponer, o sea, que vamos a proponer algo. ¿El qué? Pues nada, de momento, pero, ¿no queda bien?
Pues
no. El centrismo en un país totalmente volcado a la extrema
izquierda es algo así como una izquierda sin exageración, la
derecha de la izquierda, que es como la izquierda de la derecha pero
propositivamente propuesta. ¿Pero, de qué? "No es el momento
de radicalismos –nos dirá el PP- ni de programas máximos. Hay que
dialogar, naturalmente que con todos. Y con Junts, los primeros. Son
impecablemente democráticos, salvo si se reúnen con Sánchez, que
renuncian a la centralidad y se abonan al extremismo golpista. Bueno,
golpista tampoco, que eso es el pasado. En fin, veremos. Lo
importante es la actitud. En cuanto al franquismo, no querríamos ser
parte de una maniobra de distracción sobre lo que realmente importa,
el precio de los garbanzos, decía Fraga, una prosperidad sostenible.
¿Se puede ser más propositivo, más centrado en la centralidad, más
moderado? No. ¿Más ajeno a la experiencia de la DANA? No. ¿Y más
imbécil? Tampoco.
El
fracaso del bable en las aulas: tras 40 años como optativa, solo el
23 % de los alumnos lo escogen
Redacción.
El Debate.
29 Diciembre 2024
El asturiano –también llamado bable– no está considerada lengua oficial por el estatuto de autonomía del Principado de Asturias. Sin embargo, sí que viene recogido en este texto la obligación de promocionarla para evitar su extinción. Es por ello que este idioma se imparte como asignatura optativa en Primaria y Secundaria desde el año 1984.
A pesar de cumplirse ahora 40 años de la introducción de la lengua en las aulas, son pocos los alumnos que la escogen. A día de hoy, continúa siendo una materia muy secundaria, y es que solo el 23 % de los alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria recibe clases de asturiano o eonaviego –variedad del galaico-portugués hablada en el occidente asturiano–.
Si se analizan los datos en función del tipo de colegio –público o concertado– sí que se aprecian más diferencias. En los primeros, el porcentaje sube hasta el 27,4 %, mientras que si analizamos los segundos, baja considerablemente hasta el 9,4 %.
En Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y Bachillerato, casi nueve de cada diez estudiantes (86,8 %) eligen aprender alemán o francés en lugar de asturiano. En Primaria, la mayoría de las familias también optan por la asignatura de cultura asturiana, con un 70 % de preferencia frente al aprendizaje de bable, que es la otra alternativa disponible.
Barbón busca más bable en las clases
Para maquillar estos malos datos, el Gobierno del Principado de Asturias se fija en otro: que este curso el número de matrículas ha subido ligeramente y suma 22.909 alumnos que reciben clases de lengua asturiana. Esto viene después de que este pasado verano el ejecutivo autonómico emplease recursos públicos para llevar a cabo una campaña publicitaria que apareció en redes, marquesinas y medios para promocionar que las familias escogiesen esta optativa.
El presidente del Principado, el socialista Adrián Barbón, afirmó el pasado mes de noviembre que la oficialidad «es una cuestión de justicia» y que, después de 40 años de asturiano en las escuelas «todavía no llegamos a la meta, pero tenemos que estar satisfechos».
Asimismo, explicó que antes de 1984 «no se podía aprender asturiano en la escuela, estaba prohibido, como si fuera delito y si una maestra se atrevía a enseñarlo, la castigaban». «En 1984 fue una revolución y, aunque resulta difícil de creer, hablar en asturiano en la escuela era por entonces motivo de burla, riña y, mismamente, de castigo porque se consideraba algo vulgar, de ignorantes y aldeanos», ha señalado.
La optativa de Religión duplica al asturiano
Este curso, el número de estudiantes matriculados en la asignatura de Religión (50.803) duplica con creces a los que han elegido asturiano o eonaviego (22.909). Las enseñanzas religiosas superan al bable tanto en la red pública como en la concertada. En los centros públicos, 26.144 alumnos han optado por Religión, mientras que 20.160 cursan la asignatura de asturiano. En la red concertada, la diferencia es aún más marcada: 24.659 estudiantes se han matriculado en Religión frente a los 2.749 que aprenden lengua asturiana.
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